Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

jueves, 12 de abril de 2012

L'EBRE



EBRO
Aún recuerdo cuando me bañaba y con la mano tentaba a los pececillos que debían nadar en derredor mío. Y Luis, mi primo, me echaba una gran bronca porque en mi inconsciencia podía haber caído en alguno de los remolinos que tu cauce ocultaba.
Te he visto anegando, impetuoso y embravecido, la ribera derecha frente a Juslibol, cuando con temor hacíamos cábalas sobre si en el Actur acabaríamos en canoa igual que en años pretéritos ocurrió. He visto tu cauce con un hilillo de agua al llegar a Caspe.
Te veo con alegría cuando al dar vista a Benifallet siempre exclamo: l’Ebre. Allí ya bajas reposado, tranquilo, te han cortado las alas; y un poco gallego: no se sabe si vas o vienes, tanta es tu calma. Y el azud de Xerta donde a la chita callando preparan tu marcha a otras tierras sobre las cuales tu no elegiste discurrir.
Veo tu unión con el mar y contemplo con enorme tristeza el faro que señala hasta donde habías llevado la isla de Buda, en el Delta, hace más de 60 años. Hoy queda en alta mar para vergüenza de quienes carecen de ella. Pero  no te dejes matar, no te rindas y de vez en cuando demuéstrales quien eres, llévate por delante cuanto haga falta e impide que liquiden el Delta que creaste a lo largo de miles de años.

Publicado en heraldo.es el 16.04.2012