Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

viernes, 1 de junio de 2012

No te molestes

12,30 de la noche. La enfermera pone el último gotero y ya no vuelve por la habitación. Poco a poco el silencio se va adueñando de los pasillos. Atrás queda un día largo y caluroso, muy caluroso. La dieta, estricta: gelatina con sabor a fruta para tomar mezclada con un antibiótico, en el fondo es agua fresca pues agua directa no la permite el galeno; cómpota de manzana y pare usted de contar. Goteros sin solución de continuidad de diversos contenidos y la tranquilidad o la putada, según quien sufra el evento, de la sonda para despreocuparse de micciones intempestivas. Una flauta de jamón con unos boquerones y una jarra de cerveza caerían de vicio. Nadie en los pasillos y las puertas, cerradas. Hasta las seis de la mañana no comienza el revuelo de entradas y salidas del personal de servicio, luego, el desmadre. Otro día más.