Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

domingo, 3 de junio de 2012

Si las piedras hablaran...



Supongo que soy uno más de los miles y miles que teniendo la Historia a pie de calle, la ignoramos de la manera más necia y palurda. En esta ciudad, han ocurrido hechos heróicos y gloriosos que como quedan tan lejos en el tiempo y a los desertores del arado no nos han contado nunca, salvo las escuetas reseñas obligadas en los libros de la escuela, pues eso, seguimos felices en la ignorancia. Pero por mi parte, a mi pesar por el modo, he reparado algo ese desconocimiento que me lleva a profundizar interiormente en ese pasado tan bravío y gallardo que vivieron nuestros antepasados zaragozanos. Y ha sido visitando el Hospital Real Nuestra Señora de Gracia. Lo sostienen las que imagino columnas primigenias; unas columnas imperecederas, labradas en piedra, magníficas. Las vigas de madera que presumo centenarias, reforzadas con vigas de acero, enseñan en su planta baja lo que debió ser el original en su principio. Cuando el asedio napoleónico a la ciudad, este Hospital fue lugar donde los combatientes hallaron reparo pero no solo eso, en el se combatió a la bayoneta siendo uno de los más encarnizados del cerco. Según grabados de la época, quedó el edificio muy maltrecho pero estas columnas, si pudieran hablar, nos contarían hechos y acciones desesperadas por parte de los defensores que los ignorantes del presente desconocemos. Al verlas, el espíritu de este desertor de tantas cosas,  ha viajado en el tiempo y al menos con el recuerdo, se ha sentido solidario con aquellos héroes de las trincheras y de quienes con abnegación les curaron de sus heridas. Y porqué no decirlo, orgulloso de ser heredero de los mismos.

En el silencio de la noche, en una noche de vigilia hospitalaria, pasear a su lado pegando la oreja, te transporta a aquella vorágine de fuego y sangre donde los combatientes, a la desesperada, trataban de repeler el asalto de las tropas napoleónicas en medio de los escombros del hospital casi derruido. Solo esas columnas permanecían en pie dando a las personas que allí defendían y a quienes les curaban, ejemplo silencioso de que no se rendirían en tanto una de ellas quedara en pie. Heroísmo compartido con aquella Comunidad sanitaria de monjas y frailes de santa Ana, al servicio de sus paisanos y de los más necesitados. La pequeña capilla alberga en su sótano la cripta en la cual reposan los restos de varias monjas de esa Congregación en la cual reposaron también los de los fundadores de la misma: la Madre Rafols y el Padre Juan Bonal. Hoy conozco algo más sobre una monja que para mí, solo había sido un nombre de calle de la ciudad de Zaragoza.

El Hospital Real Nuestra Señora de Gracia ha dejado de ser un lugar de dolor y generador de rechazo, ignorado, para convertirse en sitio de admiración por la Historia que sus muros y sobre todo sus bellas y robustas columnas, encierran. Ese patrimonio, aun contando con nuestro desdén y olvido, como sus robustos y pétreos pilares serán imperecederos.