Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

martes, 12 de junio de 2012

Sin palabras

He visto en la TV a algunos pájaros que recién salidos del huevo, cabecean torpemente en el nido intentando levantar la cabeza. Ese recuerdo me vino a la mente al ver a un anciano que presa del desconcierto braceaba y pataleaba en su cama con la pretensión de salir de ella agarrándose a las protecciones laterales, irguiendo -o intentándolo- la cabeza. Las desgracias nunca vienen solas: tiene dos hijos que casi necesitan más ayuda que él. A pesar de las llamadas al timbre de urgencia de la habitación y de las veces que se abortaron sus intentos, al final, por falta de atención del personal sanitario, consiguió salir de la cama ¡de morros! haciéndose polvo la nariz... o quizá más. ¡Ay señor, qué nos tocará vivir! Luego que le vayan los sanitarios a la familia con historias de políticos y recortes... Quizá lo que reciban sea un corte ¡de mangas!.