Cuando el presidente del gobierno finalizó la retahíla de despropósitos que piensa llevar a cabo contra todos los ciudadanos, -bueno todos no, solo los asalariados y sin trabajo sean del tipo o la procedencia que sean-, los inútiles, inoperantes, innecesarios, superfluos, sobrantes, incapaces, torpes, ineptos, necios, cabrones, hijos de puta, cerdos, inmundos, bordes, repugnantes, puercos, ladrones, chorizos, gentuza, delincuentes, (EN ESTE PARENTESIS, Y SIN DISTINCIÓN DE GÉNERO, CABEN TODOS LOS INSULTOS REGISTRADOS EN EL DICCIONARIO ESPAÑOL Y LOS QUE NO, PERO QUE O BIEN NO SE O NO RECUERDO), sanguijuelas, sentados en la bancada de los diputados de derechas, le aplaudieron como si acabara de ganar una batalla épica contra el pueblo español, bueno parte de el; se supone que quienes le votaron también estarán de acuerdo con sus latrocinios.
¡Qué inútiles! No, no son inútiles, son gentuza despreciable dignos sucesores de sus padres y abuelos. Criminales impunes cuyo único fin debería ser el garrote vil, la horca, o cualquier otro método de eliminación +iva que librara de una puñetera vez a esta sufrida tierra de gusanos comedores de carroña putrefacta. Solo entienden un lenguaje porque solo practican ese lenguaje. Hay que hablarles en su idioma para que sepan que sus crímenes contra el pueblo a quien dicen defender no quedarán impunes. Si fueran decentes y honestos hubieran llorado como la ministra italiana; estas zorras, se sienten orgullosas de serlo, hay que echarlas a ojeo y darles de aquello que cuando éramos críos cantábamos “Yo tengo un castillo……”. Aunque hay tantos, que no se iba a notar. De ambos sexos.