Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

domingo, 14 de abril de 2013

MUS


Eran amigos íntimos pues nacieron en el mismo pueblo, el mismo día  del mismo año. Escolapios en la misma escuela y cómplices de rastros y fechorías durante su niñez y juventud. Hasta hicieron la mili en el mismo cuartel. No obstante, a ambos les afectaba el mal endémico de las opiniones disyuntivas; ellos lo superaban con la amistad cimentada a lo largo de su vida. Mas como en todas las historias, surgía esa molesta palabra: pero. Pero en torno a una mesa y una baraja eran enemigos irreconciliables. Mira que en Aragón el juego por antonomasia es el Guiñote, al cual jugaban incluso de pareja, pero era en el Mus donde perdían las amistades y el oremus. Y paradojas de la vida, Mariano, el que tenía sus amores más cerca de la cartera, nunca logró ganarle un órdago a la grande a su oponente. A Serafín, los reyes lo amaban para desespero del contrario. Por contra, con unas treinta y una monárquicas, la palmaba Serafín: su amigo, sin reyes, le ganaba siempre por la mano. Caprichos del juego.