Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

lunes, 27 de mayo de 2013

EL BESO ANHELADO

Aunque sabía que nunca sería estrella que iluminara su portal o su aroma el de su hogar, volvía al pueblo con el ánimo de revivir su recuerdo. Impotente, bajo una copiosa nevada que no cesaba de caer, vagó sin rumbo ni entender nada; escribió su nombre con traza efímera en la nieve y tratando de serenar su recuerdo, apartó con un dedo las cálidas lágrimas que sin cesar brotaban de sus ojos, mezcladas con los copos de nieve que, suavemente, enfriaban su mejilla mientras ardía su ánimo.