Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

jueves, 4 de julio de 2013

MEMORIA PERDIDA

Últimamente, da la impresión de actividad regular en el blog; no es así. Carezco de ideas, ganas y sobre todo ilusión a la hora de escribir. El semillero de entradas que significó el recuerdo de mi niñez y juventud, se agotó hace tiempo y de otras cosas, no quiero hablar aunque existen temas sin importancia que podrían ser plasmados aquí sin ninguna repercusión posterior, pero parece que sobre ellos mi memoria no desea acordarse, han quedado como si no existieran. Años, muchos, de vivencias sobre los cuales no puedo escribir porque existe como una amnesia que difumina y oculta esos recuerdos. Algunos de ellos, vuelven a mí en sueños, como vengándose de que conscientemente los orille y extrañe. Están muertos y bien muertos porque no me aportaron bienestar ni buen rollo y lo mejor que puedo hacer por ellos es eso: no recordarlos.

Y el erial en que se está convirtiendo mi vida, transcurriendo sobre un páramo inhóspito y salobre, no ayuda a practicar juegos florales. Siempre acuden a mi mente ideas o cosas renuentes que solo pueden ser tratadas en privado conmigo mismo. Como un enemigo invisible me atacan cuando mi debilidad alcanza mayores cotas de vulnerabilidad. Uno de esos momentos es el actual: esta aparente hiperactividad, es un espejismo. Abandonado en el río desbordado y canalla de la vida, no hallo remanso de solad que me infunda esperanza y reconforte con futuras singladuras más reposadas. Si lloras porque no puedes ver el sol, las lágrimas no te dejarán ver las estrellas. ¿Y para qué quiero ver las estrellas si estas carecen de luz?