Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

martes, 17 de septiembre de 2013

JO SÓC UNA MICA CATALÁ






Este año la Diada catalana la pasé allí y aparte toda la propaganda de los medios gubernamentales volcados en el evento por las ganas de independencia ¿o de pendencia a secas? del personal, pude in situ vivir la movida que se llevaron las gentes del entorno.

En casi todas las casas la famosa bandera estelada -supongo que será así por llevar una estrella- y camiseta y bandera sobre cada manifestante. Nada que no haya vivido antes cuando los políticos se vuelven agitadores y manejan al personal como si fueran borregos. Excitan las bajas pasiones y cuando no están por la labor, callan como putas (con perdón de las ídem).

Y digo que soy una miaja catalán por razones sentimentales. El primer beso que me dio una mujer, fue en Barcelona. Viví una temporada en aquella ciudad, cuando aún éramos todos españoles, y ahora que estamos a punto de dejar de serlo tengo hace unos años una casa en el Delta del Ebro.

Ello me permite afirmar que, excepto los exaltados de siempre que solo están a gusto jodiendo la marrana, la mayoría paga con España sus frustraciones porque no tienen huevos de coger a los políticos catalanes y ahogarlos en el Ebro o el mar si les pilla más cerca. Al otro día comentaba con unos ciudadanos obreros el tema. Uno de ellos, sí que había ido a la cadena humana sobre el puente del Ebre en Amposta, pero porque le llevó la marea, como a la mayoría. El otro, dedicó la mañana para trabajar de camarero en un restaurante. Pasó de independencia y de pendencias. Albañil, llegó a tener en su empresa hasta diez trabajadores, hoy, necesita hacer horas extra para salir adelante.

Mi comentario fue: los mismos que hoy meten bulla cubiertos con la senyera, mañana irán a protestar contra las retallaes en sanidad y educación, sin tener en cuenta el dineral que ayer se gastó el gobern en propaganda y seguridad de todas las clases. Cristalino

Pues como decía, a cien metros de casa montaron un restaurante ambulante en el cual dieron de comer paella a cientos de personas. Quizá miles, pero según comentaron estos amigos, esa fue la tónica general en todo el territorio. En Vinaros, lugar en el que los independentistas valencianos no pueden ni ver a los catalanes, por imperialistas, armaron camorra y alguno resultó detenido. El día menos pensado, tendré que hacerme un pasaporte para ir a mi casa, eso, si no me la requisan al ser extranjero. Cosas veredes, amigo Sancho.