Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

FRÍO DE COLLONS

Fue en un mes de Diciembre de los años setenta. A la empresa en la cual trabajaba  le habían contratado la construcción de maquinaria para el manipulado del papel y debíamos ir a montarla en la fábrica del peticionario. He de aclarar que soy de un pueblo de la provincia de Teruel donde, en mi niñez y juventud, caían nevadas y heladas antológicas. La población a la que hubimos de desplazarnos se llamaba y llama Besalú, en la provincia de Gerona. Un precioso pueblo que conserva murallas y accesos de arquitectura medieval, aunque con aquél frío la verdad es que el cuerpo no estaba para contemplaciones; las heladas nocturnas, hacían amanecer el día y el entorno blanco cual maná caído del cielo. Jamás en mi ya casi larga vida, he pasado tanto frío como allí. Si no estábamos montando o probando la máquina, nuestro tiempo transcurría con la estufa entre las piernas, pasmados de frío. Yo, enero total, me introducía  vestido en la cama, donde aguantaba toda la noche en la misma posición, aterido y sin pegar un ojo. Como no todo iba a ser negativo, añoro los almuerzos de pan tumaca, jamón y una tortilla, regados con cerveza que debía estar en la nevera para mantener un frescor aceptable. Del tiempo y a la intemperie, el cristal de la botella no habría resistido.

SER