Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

lunes, 3 de febrero de 2014

A UN PASO DEL MÁS ALLÁ

Tras la operación he meditado alguna vez sobre las circunstancias que rodean ese hecho. Entre la misma y el sueño, en apariencia no existe diferencia pero tras quedarte dormido artificialmente, eso es lo más cercano que, en cuanto a sentidos, podemos hallarnos de la muerte. Me va a costar más tiempo escribir este párrafo, que el que tardé en perder la consciencia. Fue ponerme la mascarilla en la cara, y ya solo recuerdo que la quitaron, o sea la levantaron un poco de la cara, sin poder dar más razones de qué ocurrió después. Podían haberme hecho picadillo, y no me habría enterado; podría no haber regresado, y tampoco. Solo en el último momento, al tiempo que me despertaron, soñaba algo indefinido, sin importancia. Lo importante era el hecho mismo: seguía soñando.