Supongo que soy uno más de los miles y miles de ignorantes ciudadanos que teniendo la Historia a pie de calle, la desconocemos y soslayamos de la manera más necia y palurda. En esta ciudad, han ocurrido hechos heroicos y gloriosos que como quedan tan lejos en el tiempo y a los desertores del arado no nos han contado nunca, salvo las escuetas reseñas obligadas en los libros de la escuela, pues eso, seguimos felices en la ignorancia. Pero por mi parte, a mi pesar por el modo, he reparado algo ese desconocimiento que me lleva a profundizar interiormente en ese pasado tan bravío y gallardo que vivieron nuestros antepasados zaragozanos. Y ha sido visitando el Hospital Real Nuestra Señora de Gracia, fundado en 1425 por el monarca aragonés Alonso V el Magnánimo. Tras su fundación y en los siglos siguientes, fue uno de los hospitales punteros de España donde algunos médicos aragoneses originarios de Cerdeña, hicieron grandes avances en el estudio del cuerpo humano basándose en las autopsias realizadas. Lo consideraban como la casa de los locos.
En
un sueño imposible pues el hospital fue destruido durante el primer asedio
francés durante la guerra de la Independencia, en la actualidad lo sostienen
las que imagino columnas primigenias; unas columnas imperecederas, labradas en
piedra, magníficas. Las vigas de madera
que presumo centenarias, reforzadas con traviesas de acero, enseñan en su
planta baja lo que debió ser el original en su principio. Cuando el asedio
napoleónico a la ciudad, este Hospital fue lugar donde los combatientes
hallaron reparo pero no solo eso, en él se combatió a la bayoneta siendo uno de
los más encarnizados del cerco. Según grabados de la época, quedó el edificio
muy maltrecho pero estas columnas, si pudieran hablar, nos contarían hechos y
acciones desesperadas por parte de los defensores que los incultos del presente
desconocemos. Al verlas, el espíritu de este desertor de tantas cosas, se ha
emocionado, ha viajado en el tiempo y al menos con el recuerdo, se ha
sentido solidario junto a aquellos héroes de las trincheras y de quienes con
abnegación les curaron de sus heridas. Y por qué no decirlo, orgulloso de ser
heredero de los mismos.
En
el silencio de la noche, en una madrugada de vigilia hospitalaria, pasear a su
lado pegando la oreja, te transporta a aquella vorágine de fuego y sangre donde
los combatientes, a la desesperada, trataban de repeler el asalto de las tropas
napoleónicas en medio de los escombros del hospital casi derruido. El retumbar
de los bombazos procedentes de la Puerta del Carmen y El Portillo llega nítido
a esas columnas. Solo esas pilastras permanecían en pie dando a las personas
que allí defendían y a quienes les curaban, ejemplo silencioso de que no se
rendirían en tanto una de ellas quedara en pie. Heroísmo compartido con aquella
Comunidad sanitaria de monjas y frailes de santa Ana, al servicio de sus
paisanos y de los más necesitados. La pequeña capilla situada a la entrada del
hospital alberga en su sótano la cripta en la cual reposan los restos de varias
monjas de esa Congregación, en la cual reposaron también los de quienes fueron fundadores de la misma: la Madre Rafols y el
Padre Juan Bonal. Hoy conozco algo más sobre una monja que para mí, solo había
sido un nombre de calle de la ciudad de Zaragoza que incluso desconocía su
ubicación.
No
menos digna de ver es la farmacia ubicada también en la planta calle camino del
ala norte que alberga la parte de los pilares. Su fama y suerte corrió pareja
al hospital, no librándose de la destrucción durante el asedio. Ello no fue
óbice para recuperarse y recuperar todo su esplendor y tarros y ungüentos
necesarios para preparar las receptas de los meges del hospital. Es un
verdadero tesoro y una delicia para los entendidos y amantes de todo lo relacionado
con el saber y hacer de las boticas.
El
Hospital Real Nuestra Señora de Gracia, a pesar del dolor de perder a un ser
querido, ha dejado de ser un lugar de sufrimiento y generador de rechazo,
ignorado, para convertirse en sitio de admiración por la Historia que sus muros
y sobre todo sus bellas y robustas columnas, encierran. Ese patrimonio, aun
contando con nuestro desdén y olvido, como sus robustos y pétreos pilares serán
imperecederos.
Desconocemos
muchas cosas más, casi diría que toda la historia de la ciudad y de Aragón.
Salvo estudiosos o curiosos del tema ¿Quiénes conocen a los condes y reyes de
Aragón? Una minoría. En la escuela de los años de mi niñez, los reyes godos
tuvieron mucha mayor importancia. Fernando de Aragón era conocido por ser el
marido de Isabel de Castilla, en caso contrario hubiera pasado desapercibido.
Si hicieran una encuesta ¿cuántos sabrían el ordinal de este rey? No me tiraré
el pegote de decir que yo de siempre lo he sabido; incluso ahora, puede que ya
se me haya olvidado. ¿Y qué decir de la Aljafería? Toda la avalancha de
desertores del campo la conocimos casi como un edificio en ruinas, sin valor de
ningún tipo, casi como un corral de cabras. Y posiblemente los moradores con
pedigrí la utilizaran para hacer correrías en su interior.
Es lacerante el conocimiento que tenemos los
aragoneses y zaragozanos de nuestra
historia. El reinado moro, cuyos vestigios permanecen imborrables en ese castillo,
es un desconocido para todos. Si de los reyes cristianos no conocemos más que a
alguno que tiene una calle famosa, de los moros ¿Hay alguna calle que nos
recuerde que ese personaje fue un influyente gobernante para y entre sus
súbditos? De casualidad conozco a Avempace, porque es el colegio e instituto
donde estudiaron mis hijas y a Averroes, por vivir junto a la calle a la que
presta su nombre. Algún rey de esos tan famoso por su calle, no se la merece
pues para Aragón como territorio, fue peor que Fernando VII para España.
Hoy
nos ponen nombre de calles snobs y sin fundamento en nuestra historia, ¿a
ninguna lumbrera se le ha ocurrido que tenemos suficiente material como para
cubrir esa laguna desmemoriada? Claro que, en este nuestro barrio, con nombres
ilustres de la cultura española dando ubicuidad a nuestras calles, con
seguridad a la mayoría nos ocurrirá como a mí con la madre Rafols: nos suena el
nombre de la calle, quizá la situemos si nos pilla cerca o la transitamos a
menudo, pero con toda probabilidad desconozcamos al personaje y su historia.