Ahora que a menudo paseo el barrio, tengo la posibilidad de observar las guarradas que los perros con sus deposiciones mingitorias y de las otras hacen en todo tipo de enseres, edificios, farolas o cualquier cosa que se les ponga a tiro -decirlo de otra forma sería llamativo-. Las esquinas de los edificios, poco a poco se degradan por la acción de las meadas de los chuchos. Las farolas, oxidadas, se debilitan y al final el cierzo acaba con ellas. Los pobres árboles, acaban con las raíces calcinadas y secos. ¿Y las ruedas de los coches? echas un asco.
En el pueblo, es una pejiguera. Habrá un puto perro pero, irremediablemente, acabará meándose en las ruedas del auto. Hace unos años, tenía el coche aparcado en la puerta de casa y el perro del alcalde lo eligió como urinario; después se desplazó a un pequeño jardín que había enfrente de casa con intención de abonar las plantas. Llamé su atención con la acción de tirarle una piedra ante lo cual el bicho salió corriendo y quejándose por si acaso. No llevaba piedra, solo pretendí asustarlo pero el gesto fue observado por la "señora alcaldesa" y como en aquellos momentos era el "sursum corda" (hoy de capacaída) me espetó: "Dios te ve, Dios te juzgará" a lo que yo respondí de manera irreverente y respulera: "Y a ti también, no te jode ¿o es que crees que te vas a quedar aquí de simiente?"
En la ciudad cada vez menos, pero todavía quedan dueños marranos e irresponsables que dejan a sus animales hacer sus necesidades, -sólidas porque las otras vemos que no les preocupa en absoluto y tienen todo el derecho del mundo a enmierdarlo todo-, donde les pilla: aceras, jardines o parques. Y no es eso. En este puto país no nos han enseñado que nuestra libertad termina donde comienza la del vecino; ese gilipollas, abogado de secano, que solo sabe incordiar y meter los morros donde no lo llaman. Y es que por desgracia hay mucha gente que piensa que solo estamos o bien para servirles o para incordiarles.
En mi escalera hubo un conflicto que pudo acabar mal a causa de la irresponsabilidad de los dueños de un perro. Lo dejaban solo y se pasaba horas y horas ladrando sin parar y ya tenía atormentado al vecindario. Tras varias denuncias, el juzgado obligó a desalojarlo de la casa; pero previamente un jovenzuelo, el dueño o hijo del ídem que se creía rambo, era militar, insultó y amenazó a su vecina de rellano aporreando la puerta a patadas. Denuncia y multa al canto.
Nos estaremos jodiendo de hambre, pero el perrito fifí que no falte. Yo detesto a los dueños asociales e insociables; al fin y al cabo los animales, algunos, tienen más conocimiento que sus dueños.
Y así de esta guisa como se contempla en la foto, salió de una casa del pueblo de mi santa un perro ladrón que se había introducido en ella; con la cabeza dentro de una tinaja ante el asombro y la hilaridad de las mujeres que en la calla capaceaban y la rabia de la dueña del tinajo de conserva que el perro había echado a perder. El muy ladrón, está con la cola encogida pues sabe que algo ha hecho mal y que además, está indefenso ante los palos que le puedan caer.