Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

lunes, 20 de octubre de 2014

EM II


Así que ingresé en el hospital e inicié la clásica ronda de análisis: sangre y orina. Me hicieron pasar por un aparato que lanzaba imágenes, era como una pantalla de TV, el cual me destrozó la cabeza. Estaba en la planta calle y bajé solo, no necesitaba acompañamiento, eso creí. Pero una vez pasada aquella prueba, mi cabeza parecía estallar; llegué a mi planta y me sentí incapaz de ir a mi habitación. Me senté y cuando una enfermera pasaba por el pasillo la llamé para que me acompañara, me llevara más bien. ¿No decías que no necesitabas acompañamiento? Joder, me podía haber dicho el resultado del tormento. Otro día, vino otra enfermera a la habitación a entregarme pastillas para el azúcar, diabetes, a lo cual me negué en redondo. Serán para el otro inquilino que es diabético, pero yo no me tomo esas pastillas. ¡Vaya error de la tía aquella! podía haber sido otra cosa más peligrosa.

Ya llevaba unos quince días, cuando me hicieron una punción lumbar. Otra cabronada que aunque he de reconocer no me fue mal, y que quizá exagere la respuesta, no es de agrado sufrirla. Enseguida me comenzaron a poner inyecciones de muy pequeña capacidad: Nubacthen Depot. Era un medicamento glucocorticoide que retenía los líquidos y a las mañanas incluso en ayunas, me maravillaba de la sed que sentía y de los vasos de agua que bebía. (Hoy leo en el prospecto que entre otras aplicaciones, sirve para el tratamiento de la esclerosis múltiple). A raíz de la punción y del análisis del líquido céfalo/raquídeo extraído me dijeron que tenía algún tipo de infección. Las secuelas de los corticoides poco a poco se fueron notando en mi barriga. Se me hinchó en los meses posteriores y esa "ampliación" nunca he podido reducirla; perderé culo y músculo pero barriga, imposible.

Casi estuve un mes y de cara al futuro, sería catastrófico el ingreso; no por las consecuencias de salud que ya las portaba, sino porque estaba haciendo un curso para poder convalidar la maestría industrial y lo perdí. De haberla superado, mi empleo en GM hubiera sido Encargado desde que volví de Alemania o quizá desde el principio. Más tarde conseguí el título de FP-III, pero no me sirvió para nada.

Estando allí le pregunté un día al Dr. Montorí sobre mi enfermedad. "Sabemos el nombre y el primer apellido pero no el segundo". Cuando salí, me recetaron Urbason inyectable y con posterioridad volví a realizar una nueva punción lumbar la cual realizó el Dr. Gascón. Seguí el tratamiento según prescripción hasta que el Dr. Sampietro, médico de cabecera, consideró conveniente según las indicaciones de Consultas Externas.

Cuando me realizaron la primera punción, sentí como un pequeño calambrazo arriba del pié izquierdo; los nervios que jodió la aguja. Las consecuencias posteriores a largo plazo, en mi aprensiva opinión, han sido una especia de escozor que a veces se me propaga pierna arriba y sobre todo, la imposibilidad de mantener el pie descubierto pues entonces el escozor se multiplica. Parece mentira que no notando el calor o el frio, enseguida detecte que está destapado.