Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

domingo, 15 de marzo de 2015

PROTECTORAS DE ANIMALES

TROPECÉ DE NUEVO CON OTRA PIEDRA (Hay que ser tonto, cojones, que se vayan a la mierda).

En estas últimas semanas he tenido oportunidad de visitar en internet y en presencia, varias protectoras de animales o al menos eso dicen ser. En mi anterior entrada incluyo la que creía iba a ser mi compañera perruna en unos días. Esta oportunidad se ha frustrado por la megalomanía e intransigencia de una individua que dice proteger a los perros pero que los priva de una casa de adopción sin ningún empacho a cualquiera de ellos. Esta individua, odia a las personas pero no ama a los animales, a pesar de querer engañarse a si misma diciendo que tiene una protectora de animales. Es posible lo último, pero el fin perseguido, puede que no tenga nada que ver con la propaganda expelida.
 
Tras asumir un interrogatorio digno de un tercer grado policiaco, algo común a tod@s estas organizaciones, que me causaba repelencia por la intromisión que significa en la vida privada de las personas cosa que ell@s no brindan, decidí que si quería un perro "gratis" -y una mierda, de gratis nada- debía pasar por el aro. Cuando ya tenía reservado un cachorro, siempre con exigencias extremas y dictatoriales por parte de la sujeta de marras, me llaman por teléfono y ante el follón que tenía montado en casa pues era mi cumpleaños y estaba preparando la comida para la familia, le rogué a la interlocutora si podía enviarme por correo las cuestiones que presumía me iba a hacer. Felicitó mi cumpleaños, dijo que sí y acabamos amigos del alma.
 
A la noche, mosqueado de no recibir el correo esperado, visité la webblog de la fulana esta. ¡Había desaparecido el rótulo en el cual anteriormente explicaba que la perrita estaba reservada!. Esto me mosqueo. Tras lanzarle algunas maldiciones a la indecente esa, decidí enviarle un correo pidiéndole explicaciones. A los pocos minutos mis temores se confirmaron. Me contestó de una manera grosera, zafia y mafiosa, como se comportan algunas de esas protectoras; alegaba que no le había dejado hablar a su compañera, y varias lindezas más. Para rematar la faena, se pasaba por el arco de triunfo (sic) cuanto yo pudiera decir. Vaya déspota hija de puta ¡y me acusaba a mí de ordeno y mando!
 
Ni que decir tiene que mi reacción fue fulminante y nada cortés.
 
He extraído diversas experiencias de esas visitas: positivas y negativas; de estas últimas la mayoría. No comprendo que quienes dicen proteger a los animales, pongan tantas trabas a la hora de adoptar un animal. Y sobre todo, su actitud prepotente y dictatorial sobre los presuntos adoptantes. Creo que si logro superar el disgusto y el cabreo que esta experiencia me ha producido, compraré un animal a un criador. Me va a costar poco más y no me van a pedir explicaciones.

Puede ocurrir que salga de Guatemala y caiga en Guatepeor.

Si els fills de puta volessin, no es veuria mai el sol!

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