Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

viernes, 2 de enero de 2015

NOCHE ETERNA

"De las Nocheviejas que en mi recuerdo perduran, la vivida en Madrid aquel año, no pasará por ser la más alegre ni calurosa. La pasé solo, triste, sin compañía y con un frío gélido en el ambiente y en el corazón. En tanto que los demás se divertían, supongo, yo rumiaba mi soledad en el cuarto trastero que me servía de habitación en la calle Algodonales/Hierbabuena de Tetuán/Cuatro Caminos. Ahora se quejan, como si antes otros no las hubiéramos pasado muy putas. Ni calefacción ni ostias."

Lo que antecede es parte de una de las primeras entradas de este blog. Esta fue la nochevieja del año 1970. Esta noche, 44 años más tarde, mi soledad espiritual es tan grande o mayor que entonces; casi podría decir sin temor a equivocarme que es la segunda mas triste y sola que me ha tocado vivir. Mi herida sangra por el mismo costado y he adquirido alguna otra que me martiriza poco a poco. Como ya el año pasado conté, en silencio mi piel se acerca a la peletería con cada vez menos motivos para ponerla a salvo. Todo se degrada y yo sin remedio.