Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

jueves, 9 de abril de 2015

“DOS PALABRAS”


En mi calle, unos números más adelante del portal donde viven mis padres, había una librería muy antigua, fundada en 1785. En ella, los chicos del barrio durante generaciones hemos leído y cambiado tebeos y libros. El Capitán Trueno, el Jabato, Pulgarcito…  y como no, el TBO. Historias inolvidables las que vivíamos junto a nuestros héroes o pasmándonos ante los desastres de Mortadelo y Filemón, Pepe Gotera y Otilio o el hambre irredenta del pobre Carpanta.
Cuando nos hicimos mayores y buscamos libros con sabiduría, allí encontrábamos joyas; algunas de incalculable valor literario unido a su antigüedad y rareza. El librero, señor Antonio, solo las cedía a quienes eran de su confianza. Había un libro especial: una edición del Quijote salido del taller de don Joaquín Ibarra, coetáneo del fundador de la librería, del que ninguno de sus sucesores había querido desprenderse.

Los años y la economía no perdonan. Sus propietarios al jubilarse decidieron cancelar el negocio. En el local, han instalado una tienda de todo a cien regentada por chinos, como no, en la cual el dueño repite  constantemente: “balato, balato, todo muy balato”. No faltando el guasón de turno que apostilla “y que solo dula un lato”. (Gracias JR).