Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

viernes, 15 de mayo de 2015

¡¡QUÉ SUSTO!!

El vecino tiene una cachorra de perro de tres meses y de raza setter. Salí a la tarde a dar una vuelta con mi perrita para ver si tenía a bien mear en el campo en vez de hacerlo en casa donde le pilla. Casi siempre ocurre que soy yo quien lo hace. Pues bien, al volver a casa, estando ya en la puerta para entrar, la perrita del vecino, Kia, que previamente había destrozado una malla de plástico puesta con el fin de que no escapara a la calle, atravesó la puerta y antes de que yo pudiera reaccionar se abalanzó sobre Laika, mi fierecilla. Me faltó reflejo para abrir la puerta de mi terraza y que mi perra se refugiara en ella. Ante el acoso de la otra perra que la multiplica por seis en tamaño, huyó pero con la otra perra detrás. Yo gritando a Kia y esta sin hacer ni puto caso persiguiendo a mi cachorra. Al fin se detuvo y pude cogerla del collar para entregarla a la novia del chico. Pero luego Laika, atemorizada por el acoso de la otra perra y mis gritos, no quería dejarse coger. Por fin se tranquilizó y vino a mis brazos temblando y pudimos volver a casa sanos y salvos. Kia, solo quiere jugar, es una cachorra eso sí de un tamaño que de adulta no la querría en casa; aunque quizá sea más pacifica que este demonio de Tasmania que solo sabe morder todo lo que cae entre sus fauces.