Agradezco la oportunidad de escribir un
aleluya a los convocantes de relatos, cuentos, poesías, novelas y otros géneros
literarios.
Ustedes
vosotros, convocáis esos concursos esperando que a ellos concurran la flor y
nata de la literatura universal Noveles incluidos, pero, salvo a los grandes certámenes
literarios, -lo de grandes, por la pasta, sí esos que ya tienen amañado de
antemano al ganador y que no dudan en plagiar los relatos enviados por algún
mindundi-, a los pequeños o minúsculos concursos solo acudimos los posos del
café de achicoria que, con más moral que un equipo de tercera que quiere ganar
la Copa, enviamos nuestros microrrelatos, relatos, novelas y demás productos de
calenturas o desvelos. No contamos con que siempre están por medio los
cazapremios que, a veces relacionados con los jurados a veces con las empresas convocantes, -no porque estén
compinchados sino porque son compadres de universidad, editorial o viejos
conocidos de otros premios-, nos dejan al resto a verlas venir, sin un minuto
de gloria cual sería ganar el concurso literario de La Pobla del señor Compte,
laudatorio del beber agua en botijo (aunque a mí, lo que más me jode de beber
agua en botijo, es que no sé ni la que bebo ni la que dejo).
Me
diréis que soy un fracasado resentido por no haber ganado nunca el Planeta o
alguno de esos macro concursos ¡Quiá! Yo ya tengo cumplida mi ración de
autoestima y soy consciente de mis limitaciones. Tengo los dedos en el lugar
que les corresponde, donde les ha concernido toda la vida y soy consciente de
que entre los miles de participantes a cualquier cosa, nunca estaría en los
primeros lugares, pero como rezaba el estribillo aquel de la ONCE: “no me
llames iluso porque tenga una ilusión”. Y ahora que ya tenemos confianza, os
diré que hace muchos años que no compro libros, tampoco brandis de nombre rimbombante, o sea que vuestras editoriales/bodegas
conmigo no tienen futuro. No porque no publiquéis o premiéis mis calenturas, lo
cual sería señal de quiebra absoluta de vuestras empresas, sino porque esos
tochos ladrilleros de algunos escritores “consagrados”, son pura garafolla sin
contenido, caros, sin emoción y al final o antes, pasas las hojas sin leerlas
buscando desesperadamente la última.
Tengo
un blog con más de dos mil entradas y a veces, hasta dudo de haber sido quien les
dio vida. Participo en los concursos que no tienen premio metálico, seguro de
que ahí no tendremos competencia y premiarán al menos malo del pelotón de los
torpes.
Y
aunque sé que no lo vais a aceptar ¿sería mucho pediros un concurso para los
parias de las letras del cual estarían excluidos de antemano todos lo que hayan
pisado una universidad, los cazapremios y en general todo el que sepa escribir
correctamente “la savia inés no savia
que los arvoles tenían sabia”? Os puedo
asegurar que el amor que depositamos en nuestros pequeños relatos, si medirse
pudiera, superaría al de esos grandes tochos que publicáis y premiáis.
Atentamente,
un desertor del arado.