Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

viernes, 20 de noviembre de 2015

AL NIÑO QUE FUI

AL NIÑO DE LA FOTO
Colgada en la pared de una habitación del pueblo en que nací, hay una foto del curso escolar 1956/57 con el mapa de España de fondo, en colorines, donde las Islas Canarias aparecían a la derecha bajo las Islas Baleares. ¡¡Cuánto hemos cambiado ambos, el mapa o su contenido y yo!! Cuando contemplo a aquel niño con cara mohína, bufanda oscura al cuello con un imperdible enorme fijándola, una extraña mezcolanza de sentimientos fluye a mi garganta alcanzando mis ojos. Inocencia que tras cualquier cosa que rompiera la monotonía, era seguida como si del flautista de Hamelín se tratara.
Hoy deseo hacerte partícipe de alguna de las cosas que te sucederán y que por razones obvias tú no llegaste a vivir, ya que quedaste hibernado en aquella instantánea inmóvil y eterna. En esos años tan ingenuos, había una chica de la mochila azul, una flor de la cual estabas enamorado hasta el tuétano sin que nunca, fruto de tu proverbial y enorme timidez, le confesaras amor a pesar de ser un secreto a voces. Una noche en compañía de tus primos, le pusisteis unos cardos borriqueros en la puerta de su casa; intuyo que ellos, más mayores, lo hicieron con muy mala folla para herirte; tú fuiste más tarde y los quitaste poniendo en su lagar albaricoques robados de un huerto y que ellos, sin vergüenza ni honor, robaron tras marchar tú. En honor a la verdad y haciéndote partícipe de lo que tu vida sería más adelante, te confieso que serías muy enamoradizo pues según tu madre “te gustaba hasta un palo de escoba con falda”. Claro, a tu madre, no le embelesaba aquel “palo de escoba”……
Para evitar las dolencias en tu garganta, habrías de pasar por las manos de un cirujano, carnicero diría yo, que sin piedad te extirpó las anginas. Los dolores invalidantes que sufrías en las piernas, al final cedieron. Y seguiste haciendo rastros por los huertos del pueblo en compañía de tus compinches, -o los huevos que le afanasteis a la tía sastra del corral-, y cazando nidos de gorrión y cardelina, aunque para una vez que conseguiste que éstas ya estuvieran crecidas el maldito gato te dejó sin nada. Gatos mayores habrías de encontrarte en el devenir de los años. Y antes que se me olvide ¿sabes que del coto escolar, a quienes trabajasteis como burros a pesar de la edad, no os dieron ni las gracias? Cortaron los árboles pero las perras se perdieron en algún bolsillo espurio.
Y llega lo más desagradable. Tu madre no quería que salieras de sus faldas; compraron un mulo precioso y un día labrando en la Cerrada la Balsa, haciendo pareja con otro de tu tío, se te escaparon y a la entrada del pueblo el tuyo resultó con una pata cortada. Allí acabaría tu bucólica vida de campesino forzado y sin vocación. Fuiste, un desertor del arado.
Hoy tienes una hipoteca, dos hijas, una nieta y una perrita, Laika.

PD.- Te contaría más cosas de las que te sucedieron, pero ¿estas iban a cambiar el rumbo de si mismas o de tu vida? Creo que no, aunque si te das una vuelta por el blog para no aburrirte, seguro encuentras la mayoría, que no todas. Las piernas han seguido jodiéndote la vida aunque en honor a la verdad y a ellas, tal jodienda les ha venido impuesta de más arriba. 

Aquella ocasión en la cual bajaste corriendo desde la charca del tío Narciso al pueblo, hace años que no la hubieras podido repetir. Ahora, aunque renqueante, puedes desplazarte y sobre todo, vives para contarla. Otras historias, ya las comentaremos si tienes interés en conocerlas.