Después de haberos pegado unos tiros en el trasero hace unos años cuando huíais por el callejón aledaño a casa, habiendo dado buena cuenta de las rosquillas y la bebida que mi nieta había dejado con la esperanza de que a cambio dejarais algún juguete, no voy a pediros nada pues sé que me la tenéis jurada. Y no solo a mí, sospecho que a mi familia también pues solo así se explica que desde aquél fatídico año no nos toca en la lotería de Navidad ni un puñetero reintegro. Eso da buena cuenta de la catadura moral que os acompaña. Rencorosos y malajes. Creo que todos los que son como vosotros están asociados a las mismas virtudes. Solo miran para si y los suyos y no les importa robar descaradamente a la gente humilde.
A vosotros os importa un carajo que haya niños muriendo de hambre, perseguidos, sin hogar y sin esperanza. Para eso ya está la solidaridad de los pobres que muchas veces se quitan el bocado de la boca para paliar el hambre ajeno. Lo vuestro son los juguetes caros para los hijos de los ricos, vuestros hijos, y las cuentas ocultas, del producto de vuestros latrocinios, en paraísos fiscales. Tiempo tendréis de regularizar, llegado el caso, con las amnistías fiscales promovidas por vuestros sirvientes.
En realidad, vivís tan al margen, que el clamor del pueblo no llega a vosotros. Rodeados de pelotas y lameculos, os han hecho creer que vuestro cuerpo se luce más con una seda invisible. Pero realmente vuestra desnudez es moral e intelectual a pesar de lo que os digan. Y si, como no os tengo por magos sino por chorizos, os volvéis a poner a tiro, no dudaré en endiñaros otra carga de sal en el trasero para que esa noche no se os olvide fácilmente, al igual que les ocurrirá a millones de niños al visitar su ventana a la mañana siguiente de la mal llamada noche de reyes.