Aburrido de dar vueltas a los periódicos digitales que salvo cataclismos dicen lo mismo por la mañana, se me ha ocurrido escribir en el buscador la frase que ya he utilizado en alguno de mis escritos y que yo creía original. ¡Menuda sorpresa! la de resultados obtenidos. La gente usa esta expresión lo mismo que lo hago yo: para reflejar la contrariedad sobre un hecho personal, o no, sin escribir gran putada que sería lo correcto. Y es que está todo inventado.
Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.
jueves, 31 de marzo de 2016
miércoles, 30 de marzo de 2016
martes, 29 de marzo de 2016
MI BUENA OBRA DEL DIA
Los gorriones, forman parte de mi acervo personal, idiosincrasia y experiencia vital. Desde sus trinos mañaneros o peleones en primavera hasta el piar de los gurriatos en el nido esperando la vuelta de los padres con la comida. Dicen que son tímidos y que por eso no se dejan acercar; pienso que más bien son unos granujas y ladrones que arramblan con todo que cae al alcance de sus picos; desde las semillas sembradas en el huerto hasta la comida de los perros en el jardín.
Reconozco que su única obligación y faena es procurarse el sustento y que con tan nimia envergadura poco daño pueden hacer, pero en los sembrados de los huertos habían de protegerlos con red o espantapájaros o las semillas desaparecían. Grandes bandadas sobre las mieses ya maduras, muchas veces las he visto en otros tiempos. Hoy leo en un periódico digital que ha desaparecido la fauna gorrionera en un tanto por ciento preocupante. Las costumbres humanas han cambiado y con ellas el hábitat de todo el entorno. En la ciudad, te puedes encontrar especies que antes solo se daban en el entorno rural. Picarazas, turcazos, tórtolas, alcotanes, grajas..... y cuervos.
A lo que iba. Esta mañana al levantarme, en la cocina se escuchaban ruidos extraños. He pensado si alguien estaría robando en el jardín por lo que con precaución, he levantado la persiana y no había nadie. No era ruido continuo, sino "a plazos", intermitente. He aguzado el oído y el sentido común para relacionar los ruidos con una causa concreta. Poco a poco se ha ido haciendo luz en mi mollera. Procedían de dentro de la campana extractora de humos de la cocina pero estaba apagada. Aunque nunca antes había ocurrido, quizá por no estar presente, había oído que a veces los tordos caían por el tubo de la chimenea.
Con esta certidumbre, he comenzado a desmontar uno de los motores del extractor mas no ha salido ningún pájaro vivo ¿?. Sí había dos gorriones más tiesos que la momia de Tutankamon, un escarabajo y una mariposa amén de grasa y suciedad propia de la función que realiza. Bueno, pues el vivo no se ande andará, pero salir no ha salido ni por arriba ni por abajo. Como tenía una tarea más urgente que realizar, he dejado abierto el agujero donde estaba montado el motor. Luego lo pondré. Al poco, me ha llamado la santa: ven que ya ha salido. Un corbato, así llamamos en el pueblo a los gorriones macho, todo pringao de aceite estaba apoyado en el grifo del agua. En buenas condiciones a pesar del susto y del tiempo que allí llevara; al parecer desde ayer. He intentado cogerlo para limpiarlo pero volaba y no he podido por lo que he optado por abrir la ventana y dejarlo marchar. No ha necesitado ayuda; ha salido volando raudo hacia la calle y supongo que dando gracias por haber vuelto a nacer. De no estar en casa hubiera perecido. Yo, me he sentido bien. Conforme la vida está más cerca de su fin, más feliz me siento intentando prolongar la ajena.
lunes, 28 de marzo de 2016
SIN TON NI SON
Tenía la secreta ilusión de poder ganar aquel premio que
le permitiría hospedarse gratis aunque fuera por dos noches en un hotel de playa.
Le hubiera dado lo mismo hubiera sido de montaña, él deseaba experimentar el
placer de ser servido, de dormir en sábanas blancas, de ponerse morado en el
bufé, pero cuando leyó los primeros premios del anterior concurso, se dio
cuenta de que nunca podría aspirar a tales gabelas. Así que recogió sus
bártulos y esperó a que el autobús lo trasladara otra vez al puerto donde lo
deportarían.
Qué duda cabe que para escribir y sobre todo para
participar en concursos literarios, es necesaria una gran dosis de imaginación.
Acabo de ver el fallo de un concurso patrocinado por un hotel de costa. El
segundo y el tercer clasificados, digamos que los he comprendido pero el
primero, me he quedado in albis. Ni puta idea de que iba el tema.
Recuerdo cuando estudiando en la escuela de hostelería de
Santiago de Compostela, hicimos una redacción de un viaje a las estrellas. Uno
de los alumnos, “llegó” a un planeta en el cual al poner pie en el suelo, dijo:
Alfalfa, en alusión a que era o se llamaba Alfa. No satisfecho con eso añadió
que se percibía un olorcillo a chorizo de Cantimpalo que no veas…. La hilaridad
que atrapó a todos los alumnos no desmereció de la fantasía del escritor. La
situación era irreal e imposible, pero gustó; quizá la situación del primer
premio aludido sea la misma.
viernes, 25 de marzo de 2016
SIMON AND GARFUNKEL
Mi querido padre, en sus últimos años, se emocionaba fácilmente. Mi decrepitud debe avanzar a pasos agigantados pues las lágrimas y la depresión me invaden por cualquier motivo. Estas canciones son una muestra de ello. Mi tía, ayer, me rogaba que si me sentía agobiado, nunca hiciera lo que Ángel ......
jueves, 24 de marzo de 2016
.... Y NO PASA NADA
Me acabo de enterar de una noticia trágica. Un hombre, al que conocí en mi juventud porque trabajaba con un tío mío, hace un par de años se arrojó por el balcón desde un quinto piso. Me vendieron que si tenía cáncer..... hoy mi tía, me ha confesado que se suicidó porque la mujer le hacía la vida imposible.
Si la hubiera matado, habría salido en los telediarios como un asesino machista pero seguiría vivo, así pasó inadvertida su muerte para las marimachos que se dedican a denigrar a los hombres. La muy hija de puta de su viuda, al otro día se fue al bingo para celebrarlo.
martes, 22 de marzo de 2016
MORIR MATANDO
Ciertamente, entre un ¡Ay! y explicar lo que se siente cuando una abeja te clava el aguijón, hay un mundo. Depende del cuentista y del rechazo que pueda sufrir. Incluso podría ser alérgico, con lo cual la cosa se complica.
En
mi caso, sé lo que es sufrir no uno sino varios picotazos. Cortando las
colmenas, las abejas se defienden de la manera que saben: clavando el aguijón
aunque en ello les va la vida, cosa que los animalillos ignoran.
Un
episodio personal, inolvidable por otra parte, me ocurrió siendo un crío. En
los alrededores del pueblo, te podías encontrar una o varias colmenas de
corcho. Casi un metro de alto por unos 40 ó 50 cm de diámetro. Bueno pues como
los críos no ideábamos nada bueno, las emprendíamos de lejos a pedradas. Tuve
la justa recompensa. Oí el volar de una abeja y eché a correr, más veloz que
yo, me clavó el aguijón en la sien derecha y estuve varios días con el ojo
cerrado. Toma, para que aprendas, pardal.
Otras
veces, cargan con culpas ajenas. Cuando te pica una avispa, en lo primero que
piensas es en una abeja, pero no hay color. Estas son unas hijas de satanás y
pasas unos días penando por la mordida. En cambio las abejas, hasta resulta
beneficioso el veneno que inoculan. Para el reúma y otras afecciones.
Hubo
en otros tiempos varias edificaciones que las denominaban como hornos, los
cuales eran un colmenar fijo, de obra. 40 o 50 nichos. Con una portezuela
interior y una piquera que comunicaba a la colmena con el exterior, allí las
abejas confeccionaban al 100% sus panales. En primavera, la parte exterior –las
piqueras- bullían de vida. El zumbido de las abejas ya te acojonaba y mantenía
a distancia de los mismos. Si la primavera era buena, los colmeneros, igual que
hoy, iban a la caza de los iscariotes, pequeños enjambres en torno a una reina
nueva que abandonan la colmena. Hoy, diversas causas, entre ellas las
enfermedades de las propias abejas, han diezmado o han hecho desaparecer esos
colmenares.
Y un recuerdo dulce: cuando el abuelo cortaba el horno, luego la abuela hacía mostillo, una especie de dulce parecido a una gelatina. Bueno.
Y un recuerdo dulce: cuando el abuelo cortaba el horno, luego la abuela hacía mostillo, una especie de dulce parecido a una gelatina. Bueno.
lunes, 21 de marzo de 2016
RETURN SPRING
Bello jardín hollado por cónsules traidores
que todavía despiertas en mi mente
impulsos de hálitos rebeldes
de vida surgida de su fuente
domingo, 20 de marzo de 2016
CALENTÓN
Tengo en favoritos a una web que recibe y expone casi todo tipo de premios literarios, desde los casi millonarios a los que no dan nada en absoluto. Entre los convocantes hay gente pa tó. Las grandes editoriales, con sus golosos premios; pequeñas editoriales que buscan participantes que sin costarles ninguna pasta les sirvan de conejillos para confeccionar un libro de relatos y editarlo (con la sana intención de que los "afortunados" lo compren) e incluso gentes que ponen el cebo del premio para que haya muchos visitantes a su web y si de paso logran hacer alguna venta, miel sobre hojuelas.
Soy un empedernido participante y contumaz perdedor de esos concursos. Asumo que esto no es lo mío, pero me entretiene. Hay algún microrrelato de esos publicado en antologías, pero nunca he comprado el libro correspondiente. Obtuve un premio en la SER de 100€ que consistía en lotería de Navidad; resultó premiado con 500€, pero ya se sabe, una flor no hace primavera.
Y ahora esta gentuza que ha gobernado, y sigue, este mierda país, está persiguiendo a los jubilados que obtienen algún beneficio de su habilidad escribidora o cualquiera otra que suponga una remuneración. Por este motivo más que nada, jajajajaja, voy a dejar de participar en los premios que pueden derivar en una pasta gansa ya que la fortuna no me sigue más que para joderme y solo me faltaba que me dieran cuatro cochinos duros y el cabrón de Hacienda o el que le siga, me levanten la miserable pensión recibida.
Volviendo a los concursos, los hay tan miserables, que pudiendo recibir las obras presentadas por correo electrónico, exigen se haga por correo ordinario y algunas ¡certificado!. O sea que una obra de 200 folios y pico, solo por una cara y por cuadruplicado o quintuplicado, sin opciones de ganar, te sale por un ojo de la cara. A un tipejo de un ayuntamiento andaluz al que inquirí por la no admisión por correo electrónico y me contestó de malas maneras, lo mande a la mierda en letras de veintitantos puntos.
Y es que me ha dado un calentón viendo que el Planeta está premiado con 601.000€ y otros con 50.000$ etc. etc. Me pasa como a la zorra con las uvas, están verdes. Quien no se consuela, es porque no quiere. Está tronando.
Soy un empedernido participante y contumaz perdedor de esos concursos. Asumo que esto no es lo mío, pero me entretiene. Hay algún microrrelato de esos publicado en antologías, pero nunca he comprado el libro correspondiente. Obtuve un premio en la SER de 100€ que consistía en lotería de Navidad; resultó premiado con 500€, pero ya se sabe, una flor no hace primavera.
Y ahora esta gentuza que ha gobernado, y sigue, este mierda país, está persiguiendo a los jubilados que obtienen algún beneficio de su habilidad escribidora o cualquiera otra que suponga una remuneración. Por este motivo más que nada, jajajajaja, voy a dejar de participar en los premios que pueden derivar en una pasta gansa ya que la fortuna no me sigue más que para joderme y solo me faltaba que me dieran cuatro cochinos duros y el cabrón de Hacienda o el que le siga, me levanten la miserable pensión recibida.
Volviendo a los concursos, los hay tan miserables, que pudiendo recibir las obras presentadas por correo electrónico, exigen se haga por correo ordinario y algunas ¡certificado!. O sea que una obra de 200 folios y pico, solo por una cara y por cuadruplicado o quintuplicado, sin opciones de ganar, te sale por un ojo de la cara. A un tipejo de un ayuntamiento andaluz al que inquirí por la no admisión por correo electrónico y me contestó de malas maneras, lo mande a la mierda en letras de veintitantos puntos.
Y es que me ha dado un calentón viendo que el Planeta está premiado con 601.000€ y otros con 50.000$ etc. etc. Me pasa como a la zorra con las uvas, están verdes. Quien no se consuela, es porque no quiere. Está tronando.
sábado, 19 de marzo de 2016
SAN PEPE
Y el regalo
Harta estoy de ser pequeña,
no os lo podéis ni imaginar,
lo que a mi me pone frita,
no puedo ni respirar.
Olga deja la tele,
Olga no toques nada,
Olga que estás haciendo???,
ahora verás si salgo!!!!.
Si juego es hora de estudio,
si como no puedo hablar,
si la sopa no me gusta,
es igual... la he de acabar!!
...Cuando yo sea mayor
y mande como papá
entonces seré dichosa!!!,
Señor que felicidaddddd!!!
De mi "pequeña". Gracias.
jueves, 17 de marzo de 2016
IT'S A SUNNY DAY!! jimena
QUERIDOS PADRES
Jimena tenía
un puñado de cartas en la mano escritas por su madre hacía muchos años, todas con
el mismo saludo:
Queridos
padres: Me alegraré
que al recibo de esta carta se encuentren bien como yo, gracias a Dios……..
La joven había
ido al pueblo en busca de respuestas. A remover trastos e historias en la vieja
casa de sus ancestros; allí descubrió varias epístolas amarillentas redactadas con
pulso vacilante y faltas de ortografía en las cuales, su progenitora, narraba
las vicisitudes por las que iba atravesando en la residencia donde prestaba
servicios como chica de servicio, criada interna las 24 horas, en la capital.
La vivienda era de una familia que, procedente el dueño del medio rural, había emigrado
a hacer las américas; retornado hacía años a la ciudad había subido como la
espuma en la escala social, aspirando a codearse con lo mejor de la alta
burguesía metropolitana. La señora de la casa, vara de san José a la cual no
volverían a brotar flores, por lo que deducía Jimena de la lectura, se
comportaba como si fuera hija de los siete pares de Francia, tratando al
servicio con desdén cuando no con despotismo. Descendía de una familia venida a
menos, semiarruinada, que vio el cielo abierto cuando la pretendió el indiano.
El marido, en la actualidad, bastante tenía con aportar riqueza y honores a su
blasón, como para interesarse en los asuntos internos y cotidianos de la mansión;
intentaba, escudándose en esos loables argumentos, pasar el menor tiempo
posible en su domicilio. La descendencia, auténticos crápulas sin más
obligación que ir puliendo poco a poco el patrimonio familiar aportado por el
padre de sus negocios inmobiliarios, vegetaba impúdicamente.
La
correspondencia se interrumpía bruscamente un día del mes de Enero de los años
70. En esa década nació Jimena. Su padre, emigrante sin familia de un lejano
pueblo según le explicaba su madre, había fallecido a los pocos meses de su
nacimiento, víctima de un accidente en las obras donde era peón, sin
cualificación ni derechos. Vivían en un destartalado apartamento, nombre
grandilocuente aplicado al chamizo insalubre donde se cobijaban.
Las labores
del hogar, ajeno, les proporcionaban los medios para sobrellevar una mísera
existencia. Su madre siempre le había ocultado la verdad; lo percibía a través
de los escritos. Solo el tiempo le ayudó a enhebrar la aguja para, poco a poco,
tejer una urdimbre con la cual encajar los hechos y cubrir las lagunas habidas
en su memoria. Muchas veces se había preguntado el porqué del motivo de no ir a
visitar a sus abuelos del pueblo. De haberlo hecho con frecuencia, no le cabía
la menor duda de que toda la información que ahora recibía en cascada, la
habría obtenido mucho antes. Las añagazas y motivos diversos que su madre
argüía nunca la convencieron, al revés, su curiosidad creció pareja con ella. El
velo se descorrió parcialmente cuando encontró una carta de su madre, más escondida
de lo normal, en la cual comunicaba a sus padres la desgracia que acababa de
recaer sobre ella: se encontraba embarazada.
Jimena hizo
para sí una composición íntima de aquella circunstancia: Avergonzada y
sintiéndose maltratada por sus padres, no volvió al lugar hasta muchos años más
tarde, al entierro de sus progenitores. Le dejaron en herencia, más bien heredó
por ley y costumbres, la vieja casona en la cual Jimena, cumplido con creces el
primer cuarto de siglo, indagaba en busca de señales que le iluminaran el
pasado.
Buscó
afanosamente continuidad en la correspondencia, pero no halló nada, solo
silencio. Aunque no tenía constancia escrita de la misma, intuyó al momento la
reacción de sus abuelos: la acusarían de mala hija, de haber defraudado sus
esperanzas y sabe dios cuantas cosas más, ninguna buena. Ante la falta de amor,
empatía y apoyo de sus progenitores, rompió toda relación con ellos, comenzando
su particular calvario. Dejó el servicio en la casa donde trabajaba, sin
mencionar el motivo y debiendo sufrir los desprecios e insultos de la “señora
marquesa del ventorrillo” tal y como la denominaba el servicio. En un hospicio
acogieron a la joven a cambio de trabajos forzados, incluso el último día,
hasta que nació el bebé; pero ésta nunca quiso desprenderse de la niña a pesar
de los requerimientos y presiones a que la sometieron las hermanitas de la
caridad.
Un día, Jimena
comprobó como un señor acompañaba a su madre a casa, sin entrar a ella. Esos
acompañamientos se repitieron con frecuencia y ante las preguntas y curiosidad
de la niña, su madre hubo de confesarle que el señor era un pretendiente al que
realizaba trabajos de limpieza en su hogar y que deseaba casarse con ella. La
estupefacción e incomprensión de la
chiquilla fueron mayúsculas. No entendía como su madre podía
relacionarse con un señor que no era su padre. El descorazonamiento de Isabel, pues
ese era su nombre, la sumió en una desazón sin límite. No comprendía todas las
contrariedades y sufrimientos que el destino le estaba enviando.
No obstante, la paciencia y el amor demostrado
por Fernando, el acompañante, consiguieron vencer la frialdad de Jimena y con 7
años recién cumplidos tuvo un padre como todas las chicas que conocía. A partir
de aquí, las penurias desaparecieron y solo quedaron las preguntas sin
respuesta, que ahora se desvanecían, en parte, tras tantos años de silencio.
Isabel, informó cumplidamente de todas las vicisitudes por las que había
atravesado a Fernando, su futuro marido; éste las asumió así como el papel que
le correspondería en el nuevo estado.
Con nueve
años, tras ser hija única durante demasiado tiempo, nació una hermana la cual
iba a significar una liberación a la vez que una obligación. La nueva
responsabilidad hacia ella, le robaba tiempo en sus juegos con las demás
compañeras del barrio a la vez que aumentaba su estímulo en los estudios, mas
cuando fueron creciendo, su unión se consolidó siendo la verdadera tutora y
maestra de la chica adolescente. La sobreprotección de la madre hacia su
hermana, -no olvidaba la que ejerció sobre ella-, fiscalizando todos los actos
y compañías de la chica, era finalmente comprendida; situaciones hubo en el
pasado que pusieron en duda la finalidad de esos desvelos.
Llegado el
momento, Jimena, se tituló en la universidad como abogada. No procedía de una
familia con despacho propio como alguno de los maulas de su promoción por lo
que tuvo que trabajar de pasante en varios bufetes de la ciudad. En el turno de
oficio, ese al que acceden los desheredados de la fortuna y que no tienen para
pagar ni una gaseosa, (abogados y clientes), le adjudicaron diferentes litigios.
Allí le asignaron el pleito de una chica joven que pretendía denunciar a un
señor por acoso y violación. El “señor”, un cincuentón estirado, era
representado por un bufete de abogados de mucha minuta y pocos escrúpulos; tal
coyuntura hacía exclamar a todos: “nada que hacer, la van a destrozar”. Rehuyeron
el encargo de asumir su defensa.
Inasequible al
desaliento, Jimena comenzó a indagar las circunstancias del caso. Chica que
sirve de criada, “amo” que se considera con derecho de pernada y al final, tras
acosarla sin descanso y ante su silencio, la viola. Se cierra el círculo de
tantos mutismos obligados por la necesidad, pero que al fin saltan hechos
añicos por quienes sufren la violencia.
Presentada la
demanda, los abogados de la parte contraria se burlaban descaradamente de la chica y de su defensora.
-Abogao de
secano, que te vamos a hacer papilla. No va a quedar de vosotras ni los huesos.
(Alegaba uno de los maulas de su promoción).
-Eso ya lo
veremos, picapleitos.
Jimena fue
reuniendo pruebas, cotejando hechos, entrevistando a otras chicas que habían
pasado por aquella casa y con toda probabilidad por el mismo trance. El asunto
fue in crescendo como una bola de nieve y tomando cuerpo incluso en los medios
de comunicación, esos que son el único freno y temor de los poderosos
asaltavidas. Cuando quienes antes se mofaban percibieron que aquello se les iba
de las manos y su cliente acabaría en el banquillo, intentaron comprar el
silencio de la chica. Esta, después de tantas humillaciones y desdenes además
de violada, se negó en redondo por un motivo de peso: estaba embarazada y
quería a toda costa que al hombre se le realizara una prueba de paternidad para
demostrar que no mentía. Los abogados intentarían con todo tipo de artimañas y
presiones evitar a su cliente esa afrenta, que ya parecía inevitable. Presentarían
testigos falsos que afirmarían haber tenido relaciones sexuales con ella;
argumentarían que era una mujer pública y por ello, era inconcebible que
pudiera acusarse a una persona tan significada de la sociedad de ser el padre. Esos
leguleyos se rilaron garras abajo cuando tuvieron noticia de quién sería la
jueza que instruiría el caso.
-Estamos
hundidos, hay que alcanzar un acuerdo antes de llegar a juicio.
-La chica no
aceptará. Es tanto el resquemor que acarrea que no le perdonará. Y la prueba de
paternidad no la va a poder eludir nuestro patrocinado: Hay que convencerle
para negociar.
Llegado el día
del juicio, fueron pasando por el estrado todos los testigos requeridos por
acusación y defensa. Cuando ya había prestado testimonio la última testigo, una
señora se levantó de entre los asistentes y solicitó a la jueza prestar declaración.
La incredulidad de los concurrentes se demostró mayúscula. Los abogados de la
defensa intentaron una tímida protesta a sabiendas de cómo se las gastaba la magistrada.
La acusación, no podía dar crédito a lo que sus ojos estaban viendo.
-Letrados,
dejen que yo decida en mi juzgado lo que se puede o no hacer. Ustedes con
posterioridad tendrán tiempo de sobra para presentar cuantos recursos y
alegaciones estimen necesarios, la ley les ampara y para eso les pagan.
Su Señoría
aceptó la petición aunque ya tenía in mente el veredicto. Había quedado
demostrado que el acusado se comportó de la misma manera con todas las chicas a
su servicio. Solo alguna de carácter fuerte, había sido capaz de enfrentarse a
él. Tras las protocolarias palabras de rigor, la jueza preguntó:
-¿Qué tiene
que alegar señora?
-Jimena, hija
mía, ese señor es tu padre.
(Enviado al Ayto. del parque Villalobos. Rien de rien)
miércoles, 16 de marzo de 2016
AMIGA DE INFARTO
Lorenzo había sufrido un principio de infarto la semana anterior a Nochevieja y convalecía en el hospital de Ourense. Entretanto, en casa veíamos la tele, comíamos las uvas, las escupíamos en la mano y nos marchábamos a la cama, para no ser cómplices de nuestra decadencia. Por estos días mi familia se desmoronaba a la vez que descubría que la vida es cruel, aterradora y bella. En el último momento, sin atisbo de reflexión, varié mis planes, metí una botella de whisky en la mochila y me dirigí al hospital.
Entré por Urgencias. Allí la noche hacía equilibrios sobre una calma movediza. Casi era la una de la madrugada y, cumpliendo con una tradición oscura, no tardarían en llegar las ambulancias con las primeras intoxicaciones del nuevo año. Me acerqué a la ventanilla de admisión. A la administrativa le costó apartar los ojos de su teléfono móvil. Recé para que fuese una de esas personas que se ablandan ante las historias de seres humanos solitarios y tristes. Desconozco por qué, pero esa noche pensé que obtendría más provecho de la sinceridad que de una hermosa y grotesca mentira, así que le expliqué que venía a “enjuagar en un trago la Nochevieja más triste de un enfermo del corazón”. No sé de dónde saqué una frase así. Ella me miró como a un pelele y me respondió: “Esto no es un bar, sino un centro hospitalario. ¿Te das cuenta, no?”. No era la reacción que esperaba, pero aún así adiviné una grieta para la esperanza en el modo en que había pronunciado “bar”, sin atisbo de burla o desprecio.
Me persuadí de que casi la tenía en el bote y le expliqué que yo era lo más parecido a un familiar que tenía mi amigo. “Sólo querría desearle feliz Año Nuevo y que no piense que está solo como un perro en este mundo”, exageré. Me estudió fijamente durante dos segundos. “¿Cómo has dicho que se llama?” Repetí el nombre. “Pues lo siento, pero ya está acompañado por un familiar”. Me quedé helado. Lorenzo no tenía padre, ni madre, ni hijos, ni hermanos, ni sobrinos. Nada. Ni siquiera una tortura. A qué pariente se refería, pregunté. “A su esposa”, me aclaró. Sonreí sin sonreír, para no ofender. Lorenzo estaba soltero, de toda la vida, como acostumbra a decirse. Algunos días alternaba con putas, pero sin llegar a casarse con ellas.
Me aparté un instante del mostrador. Me vendría bien pensar. Era obvio que no le había caído en gracia. Pero me resistía a no celebrar con Lorenzo que no había nada que celebrar. Sospechaba que necesitaba compañía. Y a mí tampoco me vendría mal. Pero, ¿cómo conseguirlo? La buena fortuna acudió en mi rescate. En un pasillo al fondo reparé en la presencia de Sandra Salvatierra, una radióloga con la que había tenido un rollo un par de veces, sin que a los dos nos quedasen marcas. Le hice un gesto, sonrió, nos acercamos. Casi se me pasa por la cabeza intentar una tercera aventura, y olvidarme de Lorenzo. Le resumí la situación, mi cariño por mi amigo, lo solo que debía encontrarse en este momento en su habitación. En última instancia, me puse melodramático: “¿No te ha pasado alguna vez que has temido que a un amigo le quede una sola noche de vida y que tal vez tú podrías ser la última persona querida que viese?” No sé si dio resultado, pero lo dio.
Sandra me condujo por un laberinto de pasillos y cuando estuvimos ante la habitación 215 me dijo: “Es aquí”. Empujé la puerta y me dio en la cara una amplia y gruesa oscuridad. Me quedé paralizado. Unos alientos se tropezaban como si fuesen electrones, con suavidad, pero también con furia. La oscuridad se llenó con jadeos. Me retiré y me senté en el suelo a esperar no sabía bien el qué. Al rato, el pestillo de la puerta se movió y apareció una mujer altísima, negra, con pantalones ajustados y tacones imponentes. Creí ver cómo se guardaba unos billetes en un bolsillo. La seguí con la mirada mientras se alejaba, fascinado. Después entré en la habitación y descubrí a Lorenzo muy recuperado del amago de infarto.
Texto Juan Tallón
Cambio 16
Este relato es de un escritor famoso, que vive de esto. A ver si aprendemos.
lunes, 14 de marzo de 2016
Y EL TATO, TROPECIENTOS
Una mañana de un domingo 14 de Marzo hace taitantos años del siglo pasado....
DIARIO
APÓCRIFO DE MIS CORRERIAS
Confidencias
con Agapito
Según me dicen, pues yo no estaba allí en aquel momento ya que me
había ido a buscar nidos de pajarel en las estepas de la solana del Morrón,
nací un domingo por la mañana en casa de mis abuelos paternos Manuel y
Maximina. Cuando volví, supongo que en represalia, me dieron varios cachetes en el
culo a lo cual respondí con berreos y llantos incontrolados, cosa normal pues esas
no son maneras de recibir a nadie la primera vez que llega al mundo. Aunque mi madre no tenía experiencia, a la
abuela le sobraba: habíase visto en nueve ocasiones en esas circunstancias . Más adelante, en ocasiones dormiría con los abuelos en su
cama, a sus pies, en posición contraria; ¡¡qué nostalgias!! Las campanas, tan
cercanas físicamente, cuyo bandeo está grabado en lo más recóndito de mi
memoria:
Campana de mi lugar
tú me quieres bien de veras
cantaste cuando nací
llorarás cuando me muera.
sábado, 12 de marzo de 2016
viernes, 11 de marzo de 2016
¿ANDE HABRÁN IDO A PARAR?
Sigo a un buen escritor en su blog, que publica sus artículos en periódicos incluido ese panfleto que antes era referente para la mayoría, y habla de la vida de un billete con una fluidez que da maravilla. Y me ha hecho pensar en que diantres me he gastado el pastizal que he ganado a lo largo de mi vida. Para empezar, aquellas perras -alguna peseta- que le sisaba a mi padre del bolsillo de la chaqueta y que luego seguro me las gastaba en cacahuetes o una gaseosa; lo mismo que el producto de sacar medias herraduras oxidadas en el cenicero de la fragua vieja que dilapidábamos en la misma tienda del herrero que nos compraba la chatarra.
O aquel duro que le robé -las cosas como son- a la abuela y que en la segunda estupidez después de habérselo robado, lo hallé donde lo había escondido y lo gastamos comprando una tableta de chocolate Muñoz por el mismo precio. Si de algo me arrepiento, no es de haberlo mangado, sino de la forma tan estúpida que lo gasté. Hoy pagaría cien veces su valor por tenerlo en mi poder.
¿Y qué sería de aquel billete de quinientas pesetas, republicanas, que encontré en casa del tío Julio, en Rubielos? Alguien me lo robó aunque no era de curso legal; muchas veces me he preguntado que pasó con él, pues desconozco cuándo, cómo y dónde desapareció.
Sin ninguna duda, las mil pesetas que más ruido hicieron al salir de mi bolsillo fueron las gastadas en cohetes en las fiestas de Benicassim. Eran como puros, de cuatro salidas los llamaban y fue tal la borrachera de humo y pólvora que me embargó, que me comporté como un valenciano más fundiendo perras en ruido y humareda. No se me olvidará. No tuve incidentes, aunque uno explotó antes de hora en la mano, pero algunas gentes de aquel pueblo sufrieron en otras ocasiones anteriores graves quemaduras. Guardaban los cohetes dentro de la camisa y no es necesario imaginar mucho para saber el resultado de un accidente al prenderse algún cohete.
Estando en la mili, las pocas perras que tenía me las jugaba al póquer con los otros soldados de la guardia de Jefatura. Siempre perdía igual que en Canet. Qué tío más gafe en esto del juego. Tuve la gran suerte de hallar el respaldo de mis padres en los momentos críticos. Después, y gracias a mi trabajo, salimos adelante sin necesitar apoyos. Ora et labora, poco a poco llegamos hasta aquí. ¿¿Nos hemos equivocado teniendo toda la razón??
Solo he tenido en mi poder un billete de quinientos euros. Y para desprenderme de él, hube de ir a un banco a cambiarlo por billetes más pequeños ya que nadie lo quería ni admitía. Joder, no tengo madera de político.
Por último, aquellos billetes de mil pesetas que mi madre guardaba con tanto amor en el fondo del baúl, acabaron sin valor como recuerdo en mi mesita. La de cosas que podría haber comprado en su momento con ellos y acabaron en la nada, perdidos para siempre. ¡Si yo hubiera tenido alguno de ellos cuando era veinteañero.....!
martes, 8 de marzo de 2016
REFLEXIONES EN EL OCASO
He de decir que comprendo que cada vez haya más hombres que se unen entre sí dando de lado a sus relaciones con el sexo opuesto. Pero también soy consciente de que los problemas que en teoría se evitan con esta situación, se reproducen con igual o mayor virulencia en la nueva relación.
De un tiempo a esta parte las relaciones hombre-mujer o viceversa, se han tornado conflictivas, muy conflictivas diría yo, con el resultado negativo que las noticias y con especial énfasis l@s feministas proclaman y propagan.
El gobierno de ZP I, el inútil, algo debió de hacer mal. Ha pasado como con el cuento de las manzanas. no mejoraron las podridas y pudriéronse las sanas. No se han reducido las muertes de mujeres y ello indica que los hombres se encuentran más indefensos y reaccionan con una violencia mayor.
No estoy en absoluto de acuerdo con esa situación, pero considero que buena parte de esa gente que se dedica a cacarear cuando ocurre un hecho de esos y criminalizar a los hombres en su conjunto, harían mejor en indagar en profundizar en los hechos para sacar a la luz el detonante de la tragedia. Porque NADIE se preocupa ni ayuda cuando hay problemas en una pareja, yo diría que incluso los más cercanos. Así no es de extrañar que en situaciones límite, la razón se ofusque y pierda.
Ya lo escribí con anterioridad: un señor en todos los sentidos y sin duda pensando en su mujer, confesaba a sus hijos que comprendía a aquellos que mataban a la suya. Terrible confesión. ¿Él jamás hubiera tomado esa decisión si se hubiera encontrado entre la espada y la pared? No todas las situaciones son las mismas, ni todas las personas atraviesan por las mismas vicisitudes, pero creo que los medios de comunicación en lugar de dar el hecho ocurrido sin más, deberían explicar las circunstancias del mismo sin criminalizar a todo aquel que por el hecho de ser hombre es un criminal en potencia. Eso sí, cuando la mujer es la asesina, es porque el hombre se lo merecía pues la sometía a maltrato. ¡¡Si viéramos la violencia sicológica y de la otra que los hombres sufren en sus hogares!! Pero esa, a los marimachos que encabezan el odio a los hombres, no les interesa.
Más vale tener un perro* que tener una mujer; cuanto más tarde llegas a casa más contento se pone y además, no te pide explicaciones.
Ese se lo merecía lo han usado demasiado quienes se han dedicado a asesinar, para justificarse.
(*) eso si no os echan de casa a los dos.
No tires piedras, cobarde,
que el tirar es cobardía
saca tu navaja en mano
que yo sacaré la mía
sábado, 5 de marzo de 2016
CARTA POLÍTICAMENTE INCORRECTA
Agradezco
la oportunidad de escribir un aleluya a
los convocantes de relatos, cuentos,
poesías, novelas y otros géneros literarios.
Ustedes vosotros, convocáis esos concursos
esperando que a ellos concurran la flor y nata de la literatura universal pero,
salvo a los grandes certámenes literarios planetarios, -lo de grandes, por la
pasta, sí esos que ya tienen amañado de antemano al ganador y que no dudan en
plagiar los relatos enviados por algún mindundi-, a los pequeños o minúsculos
concursos solo acudimos los posos del café de achicoria que, con más moral que
un equipo de tercera que quiere ganar la Copa, enviamos nuestro microrrelato,
relato, novela y demás productos de calenturas o desvelos. No contamos con que
siempre están por medio los cazapremios que, a veces relacionados con los
jurados, -no porque estén compinchados sino porque son compadres de
universidad, editorial o viejos conocidos de otros premios-, nos dejan al resto
a verlas venir, sin un minuto de gloria cual sería ganar el concurso literario
de La Pobla del señor Compte, laudatorio del beber agua en botijo (aunque a mí,
lo que más me jode de beber agua en botijo, es que no sé ni la que bebo ni la
que dejo).
Me diréis que soy un fracasado resentido por no haber
ganado nunca el Planeta o alguno de esos macro concursos ¡Quiá! Yo ya tengo
cumplida mi ración de autoestima y soy consciente de mis limitaciones. Tengo
los dedos en el lugar que les corresponde, donde les ha concernido toda la vida
y soy consciente de que entre los miles de participantes a cualquier cosa,
nunca estaría en los primeros lugares, pero como rezaba el estribillo aquel de
la ONCE: “no me llames iluso porque tenga una ilusión”. Y ahora que ya tenemos
confianza, os diré que hace muchos años que no compro libros, o sea que
vuestras editoriales conmigo no tienen futuro. No porque no publiquéis o
premiéis mis calenturas, lo cual sería señal de quiebra absoluta de vuestras
empresas, sino porque esos tochos ladrilleros de algunos escritores “consagrados”,
son pura garafolla sin contenido, caros, sin emoción y al final o antes, pasas
las hojas sin leerlas buscando desesperadamente la última.
Por cierto que, mi santa, emplea dos de ellos, Un mundo sin fin y Olvidado rey Gudú, como peso en la máquina de sacar brillo al
suelo.
Tengo un blog con más de mil entradas y a veces,
hasta dudo de haber sido quien les dio vida. Participo en los concursos que no
tienen premio metálico, seguro de que ahí no tendremos competencia y premiarán
al menos malo del pelotón de los torpes.
Y aunque sé que no lo vais a aceptar ¿sería mucho
pediros un concurso para los parias de las letras del cual estarían excluidos
de antemano todos lo que hayan pisado una universidad, los cazapremios y en
general todo el que sepa escribir correctamente “la savia inés no savia
que los arvoles tenían sabia”? Os puedo asegurar que el amor que
depositamos en nuestros pequeños relatos, si medirse pudiera, superaría al de
esos grandes tochos que publicáis y premiáis.
Pudiera
parecer que este panfleto señalara a quien con tanta benevolencia admite
diatribas como esta; nada más lejos de la realidad; doy gracias anticipadas por
poder participar. Tiempo ha lo dirigí, y no fue premiado por razones obvias, a
un concurso en el cual pedían más o menos lo mismo que esa entidad. Y ahora
aprovecho para “denunciar” la misma situación. No nos comemos un colín.
También
podría dirigirla a la pareja de tráfico que nos tuvo en pleno mes de Junio, a
las cuatro de la tarde, media hora dentro del coche sin dejarnos salir.
Llevábamos el maletero lleno de gominolas y bombas fétidas, material sumamente
peligroso y prohibido. ¡Ay Señor, señor! Y menos mal que mi copiloto era un
oficial de la Armada, que trató de identificarse: ¡¡No baje la ventana!! ¡¡No
abra la puerta!! ¡¡Cállese!! Ah, se me olvidaba, ocurrió porque como eran mis
acompañantes de otra región, quise pasar por el pueblo para que lo vieran. En
el semáforo del secadero de jamones, nada más verme, ya me “invitaron” a salir
de la carretera. Si lo sé me salgo por la rotonda hacia el cementerio. ¿Qué
dónde fue? No fue en México sino Calamocha, maño. Egpaña.
Por cierto
que cualquiera les dice nada a estos señores. Siempre han tenido la presunción
de veracidad, como diría la afortunadamente exalcaldesa de Madrid señora
Botella, pero ahora, con la ley mordaza en vigor, hemos vuelto a aquello de “usté
se calla”, “ese señor me ha mirado mal” y por desacato a la autoridá, te clavan
una multa o te joden la vida. Estamos volviendo al pasado si es que alguna vez
salimos de él.
Atentamente, un desertor del arado.
miércoles, 2 de marzo de 2016
martes, 1 de marzo de 2016
ANTIGÜEDADES
1276, abril, 3
Ximeno de Urrea, casado con Toda Pérez
Cornel, establece en su testamento que a su hijo
segundo, Juan Ximénez de Urrea, le sean
entregados los castillos de Peracense con
Almohaja, y Morés, y la tenencia de
Alcalatén. Y a sus hijas Teresa y Guillermina ordena
les den, si sus hermanos mueren sin
descendencia, la tenecia de Alcalatén a Teresa, y 8.000
maravedís a la otra. A su otra hija Eva
señala que ya le havía sido entregados 6.000
maravedís como dote para su matrimonio.
Nobiliario, op. cit., pp. 235-237.
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