Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

domingo, 4 de septiembre de 2016

UNDERTAKER

Curioso nombre que nunca se relacionaría con su significado en español y que, como su nombre indica, pues eso, que a mi no me dice nada sino me lo traducen.

En mis años jóvenes o muyyy jóvenes, la desaparición de alguna persona, cosa ineludible para todos aunque para unos más que para otros, constituía un drama acompañado de signos externos que aparte de no conducir a nada, tampoco devolvían lo perdido al occiso.  Debido a la juventud o poca cabeza de mi madre, me vi obligado a participar o presenciar el velatorio de un hombre, ya mayor, que en el mundo no debía de tener nada que perder. Hace poco, una persona me contaba que cuando este hombre se enfadaba, decía que se tiraba al pozo La Cruz, a escasos 50 metros de su casa. Pero nunca cumplió su amenaza. Bueno pues las mujeres de la casa no cesaron de llorar y lanzar lastimeros ayes durante toda la misa corpore in sepulto. Ahora también es un drama, pero sin tantos signos externos, se sufre más en silencio.

Mención aparte de todo el ritual merece la trabajosa acción de hacer un hoyo adecuado para introducir al finado y su traje. Una de dos: o el terreno estaba anegado de agua -grossen putaden- o parecía hormigón. Para el primer inconveniente, intentaron hacer balsas en las que recoger el agua y abrir unas zanjas profundas rodeando el camposanto. Nada que hacer. A una señora que iban a dar su última morada, debieron meterla en un nicho porque el hoyo estaba anegado. Pero con anterioridad, otros no tuvieron tanta suerte, agua al cuello. Una vez conseguida la cavidad necesaria, los undertaker de turno acudían a casa de la familia a dar el pésame y tomar una copa con pastas. Mi abuela, tuvo el dudoso honor de poner fin a este trabajo tan laborioso; con posterioridad, construyeron nichos y todos contentos, aunque menos sus ocupantes, pues secos o mojados, ya no se percataban de la situación. Para el segundo, pico, tiempo y paciencia.

Fruto de esa mala costumbre de considerar a los chicos hombres de pelo en pecho, pero solo para las obligaciones, en una ocasión me tocó estar haciendo guardia junto al tío Virgilio en una dependencia que había dentro del recinto, aunque nosotros permanecimos fuera. Un señor que vivía solo, falleció sin que nadie pudiera ayudarle ni tampoco se percataron hasta pasado algún día. Asaltaron la casa encontrándolo sin vida y hasta que le hicieron la autopsia, depositaron allí su cuerpo.

Resumiendo, en el pueblo nunca hubo undertaker, aunque en las películas del oeste era un personaje de obligada presencia con su sombrero de copa y su traje de levita. Era como la seguridad social, antes de que la quebraran: hoy por ti mañana por mí. Y así será siempre. Solo alguna persona con una más que desgraciada mala suerte, se ve privada de ese derecho. La señora que desapareció sin dejar rastro, -quien o quienes cometieron ese crimen sin castigo merecen ser pagados con la misma moneda-, tiene su sepulcro vacío con una placa que la recuerda. El sufrimiento y la pena de sus hijos, es digna de empatía.

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