Mas cuando subía las escaleras camino de mi habitación, me di cuenta de que la situación de los humanos no difiere en mucho de la de nuestros animales de compañía, compañeros de vida y sufrimientos al fin y al cabo. De los otros animales, aquellos que dan su vida por nosotros, mejor ni hablar pues entonces estaría abocado al suicidio o a la muerte por inanición. Pero también es trágica su existencia.
El ser humano, está rodeado de soledad y de miserias, aun creyendo que es imposible ser más feliz. En cualquier momento el hilo de Ariadna que nos sujeta a la vida, puede romperse dando al traste con todas las ilusiones y proyectos planificados como si fuéramos inmortales. La persona que parte ya no necesita nada en tanto quienes quedan, pueden permanecer rehenes de la ausencia de por vida, sumiéndolos en esa soledad tan traidora y sin sentimientos.
Conozco un matrimonio en esa situación. Tuvieron una hija que nació con problemas en el corazón. Supongo irresolubles pues de lo contrario habrían hecho lo imposible. Cuando la niña tenía doce o trece años, falleció. La madre no ha podido superarlo y este verano la vi, guapa y hermosa como siempre, pero totalmente ausente. Vaya mi recuerdo solidario.
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