Querido padre: Hace tres años nos dejaste y aunque te pedí hicieras un esfuerzo para poder llegar a mi cercano cumpleaños, al que tú contestaste que harías lo que pudieras, las garras de la sinrazón ya te tenían prendido.
Todavía no me consuelo. Las lágrimas fluyen de mis ojos ante tu recuerdo o ante tu sepulcro. En mis sueños sigues formando parte de mi vida onírica y apareces en ellos vivo, nunca muerto. Esta mañana he ido a verte aunque sabes que no necesito estar ante ti para tenerte siempre presente. Fuiste el mejor padre del mundo y esa ha sido y será para mí la regla que siempre me ha guiado y espero me guie con mis hijas: seguir tu ejemplo.
Te quiero, padre
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