Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

martes, 22 de marzo de 2016

MORIR MATANDO


          Ciertamente, entre un ¡Ay! y explicar lo que se siente cuando una abeja te clava el aguijón, hay un mundo. Depende del cuentista y del rechazo que pueda sufrir. Incluso podría ser alérgico, con lo cual la cosa se complica.
En mi caso, sé lo que es sufrir no uno sino varios picotazos. Cortando las colmenas, las abejas se defienden de la manera que saben: clavando el aguijón aunque en ello les va la vida, cosa que los animalillos ignoran.
Un episodio personal, inolvidable por otra parte, me ocurrió siendo un crío. En los alrededores del pueblo, te podías encontrar una o varias colmenas de corcho. Casi un metro de alto por unos 40 ó 50 cm de diámetro. Bueno pues como los críos no ideábamos nada bueno, las emprendíamos de lejos a pedradas. Tuve la justa recompensa. Oí el volar de una abeja y eché a correr, más veloz que yo, me clavó el aguijón en la sien derecha y estuve varios días con el ojo cerrado. Toma, para que aprendas, pardal.
Otras veces, cargan con culpas ajenas. Cuando te pica una avispa, en lo primero que piensas es en una abeja, pero no hay color. Estas son unas hijas de satanás y pasas unos días penando por la mordida. En cambio las abejas, hasta resulta beneficioso el veneno que inoculan. Para el reúma y otras afecciones.
Hubo en otros tiempos varias edificaciones que las denominaban como hornos, los cuales eran un colmenar fijo, de obra. 40 o 50 nichos. Con una portezuela interior y una piquera que comunicaba a la colmena con el exterior, allí las abejas confeccionaban al 100% sus panales. En primavera, la parte exterior –las piqueras- bullían de vida. El zumbido de las abejas ya te acojonaba y mantenía a distancia de los mismos. Si la primavera era buena, los colmeneros, igual que hoy, iban a la caza de los iscariotes, pequeños enjambres en torno a una reina nueva que abandonan la colmena. Hoy, diversas causas, entre ellas las enfermedades de las propias abejas, han diezmado o han hecho desaparecer esos colmenares.

Y un recuerdo dulce: cuando el abuelo cortaba el horno, luego la abuela hacía mostillo, una especie de dulce parecido a una gelatina. Bueno.