Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

viernes, 13 de mayo de 2016

EL CAMINO


Miguel Delibes escribió un librito, por el tamaño, que leí con deleite y que me sirvió de inspiración para dar el enfoque que yo deseaba a mi aventura juvenil en la búsqueda del tesoro enterrado en el castillo de mi pueblo. Siempre han dicho que "de la piedra la Horca a la cocina, hay una piel de toro llena de oro", pero nadie ha podido dar con ella a pesar de que Juanito el Chorlito, Pepelui y Jesús el Chusma hicieron lo imposible por encontrarla.

La piel de toro
Mañana puede ser un gran día. Esa era la opinión de Juanito, el Chorlito, aquella tarde. Mañana puede ser tarde para echarme atrás, pensó Inazio, el Caguetas, al despedirse de sus amigos esa tarde/noche. La tarea que habían proyectado llevar a cabo, de no existir contratiempos de fuerza mayor que lo impidiera, a Inazio le parecía grande, demasiado grande, inmensa; le hacía flaquear las fuerzas, la voluntad y las piernas, por más que tratara de hacerse el valiente y de tripas corazón. Y es que sentía un terror inmenso a las alturas, bueno en general, a todo lo que significara algún riesgo; jamás acompañaba a los demás en sus incursiones por los huertos o frutales del pueblo, de ahí su mote. La zozobra provenía a causa de una mente calenturienta como la de Juanito. Siempre con la cabeza llena de pájaros o pensando en las musarañas; de ahí que el señor maestro, don Braulio, le llamara “cabeza de chorlito”, lo cual había servido para quedarse, pa’seculá seculorum, con el mote de “el Chorlito”.
 Preludio y epílogo, ya fueron publicados con anterioridad.