Del mismo modo que no se puede o debe ir al supermercado con el estómago vacío, tampoco es conveniente hablar o escribir de las vicisitudes consuetudinarias por las que uno puede estar atravesando. Ni tampoco de las discusiones que se hayan podido tener pues ya se sabe que la venganza es un plato que ha de consumarse o consumirse en frío. Mal aprendiz y peor cocinero, nunca he llegado a confeccionar como se debe uno de esos platos; aunque no ha sido por falta de ganas.
Muchas veces, tras ocurrir hechos desgraciados, leemos o escuchamos que los protagonistas de los mismos previamente habían escrito en algún lugar, redes sociales o carta sin más, sobre lo que planeaban llevar a cabo o al menos su magín trajinaba. Y qué casualidad, antes de que esos hechos fueran consumados, nadie estuvo interesado en conocer lo que con antelación era anunciado. Eso sí, después, esa misma gente que han permanecido sordos, mudos y ciegos ante la tormenta que se avecinaba, se mesa los cabellos y rasga las vestiduras al grito de "dónde vamos a llegar" o "ya lo decía yo".
Emulando a esas gentes que no se enteran o enteraban de nada, tan en moda últimamente aunque sigan en funciones o mamando de la ubre común, yo tampoco sé que haré dentro de un rato, mañana o el año que viene. Pero tendré escusa para decir que no me enteraba: hasta de ahora, no me he ido a pasear la perra y me la he dejado en casa -todo se andará- pero de todo lo demás, llaves de casa, la basura en la puerta, el alargador para llevarla......; incluso, me estoy preguntando a quin sant he escrito esta entrada cuando al título, por más vueltas que le doy, no le encuentro relación con el contenido.