Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

domingo, 21 de agosto de 2016

AQUELLOS POLVOS, TRAJERON ESTOS BARROS

Fray Abundio repasa pesaroso su currículo vital. A la fogosidad juvenil, la cual llevaba implícita la violación sistemática del sexto mandamiento en todas sus versiones y circunstancias, cuando no necesitaba que lo levantaran a la hora de maitines o completas y siempre estaba dispuesto a participar en cualquier ceremonia y jarana aunque no estuviese invitado, le ha sucedido con el tiempo una placidez y flacidez digna de mejor causa. Ya no se inmuta por la llamada a las ceremonias de rigor; da la callada por respuesta y no cumple con sus obligaciones monásticas ni cualesquiera otras inherentes a su condición y estado. Incluso ha dejado de hacer solitarios hace tiempo. Ahora solo despierta de forma intempestiva, sin venir a cuento. A pesar de que le recriminan sus fugas sobre el hábito, él se encoge y solo responde escondiéndose más todavía.

Ora pro nobis pecatoribus nunc et in hora mortis nostrae

Mortís nihil est. Sed vivere victus, sine gloria, uti morior quotidie vite est