Llevado de mi inconsciencia literaria, nombre rimbombante para encubrir la afición de juntaletras sin ton ni son, envié a primeros de mes un refrito de entradas enmascarando un relato. Quienes me han comentado, solo dos personas, casi valía más se hubieran abstenido. Han dejado mi ego por el suelo. Colijo, por sus comentarios, que no han captado la incultura de este blogero y con su máxima buena voluntad, desean corregir mis errores y meteduras de pata; no se dan cuenta que a estas alturas de mi particular película, me importan un bledo las reglas de la RAE, máxime cuando sus académicos andan tirándose los libros a la cabeza, Alatriste y Rico, y otro -personaje nefasto, indecente y repugnante donde los haya- Cebrián, no son los más adecuados como referentes de nada aunque sus egos sean superlativos.
Por lo que observo, solo sirven mis escritos para que algún listo los plagie. No entienden los palabros que empleo, esos que son usuales en la vida cotidiana -vete a cascala- donde solo intercalamos alguna palabra "honesta" entre los muchos tacos i giros locales, regionales o nacionales. A mi también me desconciertan los suyos, americanos de habla hispana, pero los comprendo y asumo, a veces con esfuerzo; pero no los corrijo pues entiendo que forman parte de su cotidiano devenir y su idiosincrasia.
Comprendo que no se comprenda un escrito sino te metes en la cabeza del que lo ha pergeñado. Igual te habla del tiempo cuando realmente lo que está pensando es en tirarse por la ventana o al vecin@, sin discriminar por la gran confusión de sexos habitual en estos tiempos. O vete tú a saber, que ya lo dijo no sé quién: Arrieritos semos y en el camino nos encontraremos.
Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.
miércoles, 19 de octubre de 2016
LUGARES DE LEYENDA
Aragón vende al cine el patrimonio que no tienen EEUU ni Canadá
CASTILLO DE PERACENSE
ALBA - IBN SAHIM
Cuenta la leyenda, que el rey moro Ab El Racim tenía una hija a la cual pretendía casar con el rey moro de Valencia. Era una hermosa joven, lo cual hacía que sobre ella recayeran todas las miradas y deseos de los jóvenes -y de los menos jóvenes- palaciegos. Muchos eran los que en silencio sufrían de amores y calenturas por su causa. Pero temerosos de su padre y deseando conservar la cabeza en su sitio, se guardaban muy bien de manifestarlo.
Así comienza la leyenda que un sinvergüenza aprovechado me robó y plagió, Luis Zueco, apropiándosela e incluyéndola en un libro como suya. Es una de las primeras entradas en este blog, pero ya viene de otro anterior. Septiembre de 2006.
La noticia nada tiene que ver con la leyenda.
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