Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

martes, 8 de noviembre de 2016

J A M A S, Camilo Sesto


 
Jamás me he sentido tan vulnerable como ahora, Tan es así, que las canciones de Camilo no las recordaba. Mas ahora cuando las escucho, la melancolía me asola y mi garganta sufre su contenido.

SOLEDAD

Anoche, cuando me despedía de mi perrita Laika para ir a dormir, me cuestioné la soledad en la que se encontraban los animales que como ella están separados de sus semejantes y solo los ven al salir a la calle y no todos reaccionan con buenas intenciones. Dentro de su casita, sus ojazos mirándome fijamente, me hicieron sentir pena por dejarla sola ¿le estoy dando cuanto ella necesita y merece o quizá me estaré pasando malcriándola y haciéndola débil ante la soledad que ineludiblemente tiene que sufrir en algún momento? ¿cuánto me echa de menos cuándo la dejo sola y llora? No puede comprender que yo debo ir a sitios que a ella no le permiten entrar y por lo tanto no puede acompañarme. Pero en casa, puede ser un problema por la molestia ocasionada a los vecinos.

Mas cuando subía las escaleras camino de mi habitación, me di cuenta de que la situación de los humanos no difiere en mucho de la de nuestros animales de compañía, compañeros de vida y sufrimientos al fin y al cabo. De los otros animales, aquellos que dan su vida por nosotros, mejor ni hablar pues entonces estaría abocado al suicidio o a la muerte por inanición. Pero también es trágica su existencia.

El ser humano, está rodeado de soledad y de miserias, aun creyendo que es imposible ser más feliz. En cualquier momento el hilo de Ariadna que nos sujeta a la vida, puede romperse dando al traste con todas las ilusiones y proyectos planificados como si fuéramos inmortales. La persona que parte ya no necesita nada en tanto quienes quedan, pueden permanecer rehenes de la ausencia de por vida, sumiéndolos en esa soledad tan traidora y sin sentimientos.

Conozco un matrimonio en esa situación. Tuvieron una hija que nació con problemas en el corazón. Supongo irresolubles pues de lo contrario habrían hecho lo imposible. Cuando la niña tenía doce o trece años, falleció. La madre no ha podido superarlo y este verano la vi, guapa y hermosa como siempre, pero totalmente ausente. Vaya mi recuerdo solidario.




CAMILO SESTO - YA NO PUEDO MAS