¿Qué es una distopía?
“Una dictadura perfecta tendría la apariencia de una democracia, una
cárcel sin muros en la cual los prisioneros no soñarían en evadirse. Un sistema
de esclavitud donde, gracias al sistema de consumo y el entretenimiento, los esclavos
tendrían el amor de su servitud”. Una cita de Un Mundo Feliz.
Confieso que la lectura de las “imposiciones”
para la participación de este mes en Literautas, me ha dejado perplejo. Soy un desertor del
arado y como tal, falto de mucha gramática, parda y de la otra; lleno de
sombras más que de luces, poco versado en palabras antónimas –excepto las
imprescindibles– y que a menudo ha de echar mano al diccionario para evitar
darle una patada al ídem o al buscador para discernir qué es lo que alguien ha
querido decir al plasmarlo en su escrito. Es el caso de distopía que posiblemente
no la haya visto escrita nunca y si la he visto no me acuerdo.
Encontrado el significado de esta
palabreja inventada por un inglés allá por el siglo XIX, reconozco agobiado que
a pesar de mi ignorancia supina sobre la misma, vivimos rodeados y asediados
por ese maldito palabro. Aunque no lo reconozca nos machaca, a veces
literalmente, todo aquél que intenta o consigue jodernos con el abominable
argumento de que lo hace por nuestro bien. La utopía del engaño mutando en la
distopía de la puñetera realidad.
En base a estos comportamientos,
cabe echar una mirada a las diferentes naciones y sus gobiernos. No hay ninguna
con sus respectivos mandamases y mamandurrias –vocablo este puesto de moda por
la líder esa recién defenestrada- que no estén abusando de la distopía
descarnada aunque para ello se hayan vestido con piel de cordero y lana
utópica. Han pretendido usar guantes de seda ocultando manos de hierro para
esclavizar a los ciudadanos. Mirad a vuestro alrededor. Los medios de
comunicación con sus mentiras y medias verdades, son el vehículo que emplean
para introducírnosla cruzada sin que protestemos demasiado.
¿Para qué nos vamos a ir a
naciones lejanas a criticar a sus dictadores cuando no asesinos? No es
necesario salir de esta mal avenida España para reconocer los síntomas y
realidades de esa utopía devenida en lo contrario. ¿Cuántas centurias lleva el
pueblo español sufriendo a esta plaga bíblica representada en los caciques que
usan los recursos públicos para esquilmarlos y enriquecerse? Incluso los que
nos pillan más cerca, han usado la utopía para manejarla a su antojo pasando de
la chaqueta de pana a los consejos de administración, millonarios, o a hundir
las Cajas fundiendo los ahorros depositados en ellas por los trabajadores. Para
más inri, rescatándolas con sus impuestos.
¿Y qué decir de nuestras propias
vivencias? Siempre pensando utopías desde que podemos coordinar malamente
nuestros deseos para acabar recibiendo revolcones y desengaños. Enganchados a
los tópicos utópicos para caer inexorablemente en las redes irrompibles de la ficción
castrante. Si nos damos cuenta, la existencia de la mayoría de personas humanas –esto es algo que nunca
entendí ¿hay personas no humanas? cafres sí, pero humanos al fin y al cabo,
pero un periodista al que admiro y fue el ejemplo a seguir en mi blog, siempre
emplea ese término- vivimos arrastradas por la corriente a veces torrencial de
una existencia que no es la que soñamos. Unos mejor que otros se adaptan, nos
adaptamos, a esas circunstancias veleidosas que nos llevan de aspirar a ser
príncipes/princesas encantadores, a ranas en una charca infecta y maloliente.
Aunque también entre las ranas hay clases, como acaba de demostrarse en Madrid.
Mal puede hacerse un relato
bonito y lleno de florituras bizantinas si comprobamos lo que esconde en sí
misma la palabra distopía. Solo escarnios, mentiras y cosas muchísimo peores.
Claro que la culpa no es del Lord inglés ni de la palabra en sí, sino de los HIJOS DE PUTA que dicen que todo lo hacen por nuestro bien. Incluso no pagar
impuestos y evadir capitales a paraísos fiscales. La muestra nos la dan todos los días en la capital del ¿Estado o cortijo?
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