Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

miércoles, 3 de mayo de 2017

DISTOPIA


¿Qué es una distopía?

“Una dictadura perfecta tendría la apariencia de una democracia, una cárcel sin muros en la cual los prisioneros no soñarían en evadirse. Un sistema de esclavitud donde, gracias al sistema de consumo y el entretenimiento, los esclavos tendrían el amor de su servitud”. Una cita de Un Mundo Feliz.


Confieso que la lectura de las “imposiciones” para la participación de este mes en Literautas, me ha dejado perplejo. Soy un desertor del arado y como tal, falto de mucha gramática, parda y de la otra; lleno de sombras más que de luces, poco versado en palabras antónimas –excepto las imprescindibles­– y que a menudo ha de echar mano al diccionario para evitar darle una patada al ídem o al buscador para discernir qué es lo que alguien ha querido decir al plasmarlo en su escrito. Es el caso de distopía que posiblemente no la haya visto escrita nunca y si la he visto no me acuerdo.

Encontrado el significado de esta palabreja inventada por un inglés allá por el siglo XIX, reconozco agobiado que a pesar de mi ignorancia supina sobre la misma, vivimos rodeados y asediados por ese maldito palabro. Aunque no lo reconozca nos machaca, a veces literalmente, todo aquél que intenta o consigue jodernos con el abominable argumento de que lo hace por nuestro bien. La utopía del engaño mutando en la distopía de la puñetera realidad.

En base a estos comportamientos, cabe echar una mirada a las diferentes naciones y sus gobiernos. No hay ninguna con sus respectivos mandamases y mamandurrias –vocablo este puesto de moda por la líder esa recién defenestrada- que no estén abusando de la distopía descarnada aunque para ello se hayan vestido con piel de cordero y lana utópica. Han pretendido usar guantes de seda ocultando manos de hierro para esclavizar a los ciudadanos. Mirad a vuestro alrededor. Los medios de comunicación con sus mentiras y medias verdades, son el vehículo que emplean para introducírnosla cruzada sin que protestemos demasiado.

¿Para qué nos vamos a ir a naciones lejanas a criticar a sus dictadores cuando no asesinos? No es necesario salir de esta mal avenida España para reconocer los síntomas y realidades de esa utopía devenida en lo contrario. ¿Cuántas centurias lleva el pueblo español sufriendo a esta plaga bíblica representada en los caciques que usan los recursos públicos para esquilmarlos y enriquecerse? Incluso los que nos pillan más cerca, han usado la utopía para manejarla a su antojo pasando de la chaqueta de pana a los consejos de administración, millonarios, o a hundir las Cajas fundiendo los ahorros depositados en ellas por los trabajadores. Para más inri, rescatándolas con sus impuestos.

¿Y qué decir de nuestras propias vivencias? Siempre pensando utopías desde que podemos coordinar malamente nuestros deseos para acabar recibiendo revolcones y desengaños. Enganchados a los tópicos utópicos para caer inexorablemente en las redes irrompibles de la ficción castrante. Si nos damos cuenta, la existencia de la mayoría de personas humanas –esto es algo que nunca entendí ¿hay personas no humanas? cafres sí, pero humanos al fin y al cabo, pero un periodista al que admiro y fue el ejemplo a seguir en mi blog, siempre emplea ese término- vivimos arrastradas por la corriente a veces torrencial de una existencia que no es la que soñamos. Unos mejor que otros se adaptan, nos adaptamos, a esas circunstancias veleidosas que nos llevan de aspirar a ser príncipes/princesas encantadores, a ranas en una charca infecta y maloliente. Aunque también entre las ranas hay clases, como acaba de demostrarse en Madrid.

Mal puede hacerse un relato bonito y lleno de florituras bizantinas si comprobamos lo que esconde en sí misma la palabra distopía. Solo escarnios, mentiras y cosas muchísimo peores. Claro que la culpa no es del Lord inglés ni de la palabra en sí, sino de los HIJOS DE PUTA que dicen que todo lo hacen por nuestro bien. Incluso no pagar impuestos y evadir capitales a paraísos fiscales. La muestra nos la dan todos los días en la capital del ¿Estado o cortijo?

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