Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

jueves, 3 de agosto de 2017

QUE LA ETERNIDAD TE SEA LEVE, ISMAEL

Ayer partió, en el viaje definitivo, un amigo y compañero de la infancia y juventud. No tenía conocimiento de que estaba enfermo ni de la gravedad de su estado. Mi hermana me envió un wasap comunicándome el deceso. Solo pude escribir ¡¡¡Dios!!!

Tuvimos unos años de feliz convivencia truncada de forma desgraciada. Sin culpa por mi parte, se congeló esa amistad y convivencia de forma unidireccional que tendría el fin que era de esperar. No solo no asistieron al sepelio de mi padre, disculpable, sino que ninguno tuvo la valentía de darme el pésame.

Nosotros, hemos asistido a tu funeral y a pesar de todo, nunca podré olvidar las jotas que a dúo cantábamos en el pajar; cuando por culpa de un mulo suelto al subir a la pared de entrada al cerrao tuyo, una piedra se rodó y te hizo un desastre en la pantorrilla (y que me echabas la culpa a mí, cuando yo me subí a la pared de cerrao del tío Placidillo) y tantos y tantos momentos vividos durante nuestra infancia y juventud (incluida la noche que les robamos la merienda a las mozas y que, fruto de la serenata que pagó el futuro marido de tu hermana, unimos al guiso de nuestra cena).

Vuelven a mí, recuerdos agridulces de cuando nos encontramos una tarde en Madrid. Ahora, que por ti mismo has comprobado si existe un más allá, solo puedo desearte un eterno descanso. Y que dios te perdone, lo mismo que yo te perdono.

Podría añadir el refrán aquel que diu: "quien da pan a perro ajeno, pierde pan y pierde perro". Pero sería injusto aplicártelo a ti.

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