En mi niñez, nos contaban un cuento según el cual las hojas de los árboles eran las ánimas de los difuntos que aprovechaban a éstas para correr libres allá donde el viento las llevara. Cuando las hojas desaparecían, las ánimas, volvían a su refugio hasta el año siguiente. Por eso el mes de noviembre, es el mes de las ánimas y las hojas, correteando movidas por el viento.
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