He leído un artículo de Julián Marías donde rememora sobre unas fotos, las existencias que él ha conocido y los años que las separan. Ello me ha hecho recapitular sobre el mismo argumento desde mi punto de vista o existencia. Y me hace reflexionar que no es lo mismo el tiempo que yo he vivido con el que han vivido mis antepasados.
Mi bisabuelo, al que todavía conocí siendo muy niño, nacería sobre la segunda mitad del siglo XIX pues falleció al comienzo de los años cincuenta. De él solo recuerdo que a pesar de la edad, -si no era centenario le faltó poco-, leía sin gafas perfectamente. El día del Pilar, subió al cielo.
Mi abuelo, nació sobre 1874 y abandonó este mundo el año 1959. Como es lógico tuve mucha mayor convivencia con él. Nací en su casa; me llevó a coger té de roca al túnel grande -más o menos ocho kms de ida por otros tantos de vuelta- lo cual le generó una gran bronca de su hija, mi tía, la soltera. Ya fui consciente de su muerte, tenía miedo de pasar por la puerta de su casa por la noche. Inclusive ahora, alguna vez, tengo pesadillas y me veo en la entrada de la casa sin atreverme a entrar.
Mi padre, nació en el 23, yo en el 84 y mi hija en el 37. Mi nieta ha culminada de momento la pirámide, con lo cual, de poder abarcar, sumamos más años que los ascendientes y parientes de Marías. Pero claro, hay una verdad incuestionable: no puedo contar más que los años vividos por mí. A Marías, le ocurre otro tanto.
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