Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

domingo, 24 de diciembre de 2017

LA CUQUERA


Mi padre era fogonero en las máquinas de vapor que acarreaban el mineral de hierro desde las minas de Ojos Negros a la siderúrgica de Sagunto, en Valencia. El día 23 de diciembre de 1952, salió de la estación de la mina, cargados los vagones de mineral, hacia el Puerto Escandón. El tren, denominado el 30, salió de agujas a las tres de la tarde. Una fuerte nevada retrasó su salida por la dificultad de obtener el mineral en las canteras de la mina; debió salir a las diez de la mañana con treinta y cuatro tolvas, pero no pudieron acarrear más de veinte. El resto del servicio, fue cancelado ese día.
Desde Almohaja hasta Teruel –estación de Los Baños-, era pendiente fuerte cuesta abajo, motivo por el cual la máquina solo necesitaba alimentación de mantenimiento pues el gran peso muerto de los vagones, empujaba al tren.

 A la altura de Santa Eulalia, en uno de los puentes elevados para sortear la vía existentes a lo largo del trayecto, él se hallaba sobre la carbonera arrimando carbón. Lo necesitaría para subir al Puerto Escandón donde el terreno era justo lo contrario. Siempre se acoplaba al tren una máquina Garrat de apoyo, en la estación de Teruel, para subir el puerto.

De espaldas al sentido de marcha, no se percató de aquél puente. La de cientos de veces que habría pasado y no lo controló. El golpe que recibió en la cabeza lo dejó fuera de combate. Una brecha de varios centímetros le hizo perder sangre, conocimiento y al maquinista los nervios. En la próxima estación de Cella, el operativo de auxilio se puso en marcha. Las comunicaciones entonces eran más bien nulas, excepto las propias del ferrocarril. Cuando a mi madre le llegó el recado, se temió lo peor. Debieron insistir para convencerla de que se encontraba fuera de peligro en el hospital minero hasta su restablecimiento. Apunto estuve de quedar huérfano casi sin conocerlo.

No pudimos celebrar la Nochebuena juntos, pero los Reyes, nos trajeron el mejor regalo: Mi padre, con la cabeza vendada y la cuquera en el cogote, volvió a casa.
Pita, pita, maquinista

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