Él, desconocía las formas y los medios que en otras partes del mundo la población infantil disponía para su disfrute. No sabía el significado de la palabra juguete. Para este menester utilizaba, junto con sus amigos, cascotes de metralla o munición sin explotar que de vez en cuando se cobraba su tributo en la vida de alguno de aquellos infantes inocentes y desgraciados.
Ya, en alguna ocasión,
habían hecho alguna correría contra "el enemigo". En su
inconsciencia, habían empleado los temibles proyectiles ya utilizados por David
contra Goliat. Quizá por eso, sabedores de los devastadores efectos de esa
munición, "los invasores" portadores de la ignominia, se empleaban
sin piedad en la erradicación de tan peligrosos atacantes.
Le habían contado, que una
estrella guiaba hasta su pueblo a unos reyes magos que buscaban a un Niño para
adorarle. Esto le hacía pensar sino serían los invasores enviados del moderno
Herodes, que según el relato, mandó ejecutar a todos los niños del pueblo.
Dados los desproporcionados medios empleados y la falta de piedad demostrada,
poco parecía haber avanzado el mundo desde entonces, pues la historia se
repetía a diario por todo el orbe.
A través de la ventana sin
cristales de lo que había sido su casa, pudo ver una enorme estrella que
iluminaba todo el entorno. ¡¡"El cielo se hunde"!! Creyó. Aunque a
continuación pensó ¿"Los Reyes Magos"?. Sin dudarlo, salió corriendo
por entre los escombros para apreciar mejor el acontecimiento. ¿"Dónde
están los reyes"? se preguntó. Se volvió y a la luz de "la
estrella" pudo ver al monstruo acorazado y agazapado que giraba hacia él.
Un destello inesperado le deslumbró y aturdió. Cuando se recuperó del susto,
encontró a su lado a otro niño que irradiando luz y paz le sonreía; y que
dándole la bienvenida y ofreciéndole su mano, le invitaba a seguirle.
Y entonces comprendió
porqué, a aquella noche, le llamaban Nochebuena.
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