Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

sábado, 14 de enero de 2017

PULGA

En aquel momento, parecía una buena idea.

Érase una vez un remolcador al que todos llamaban la Pulga debido a su tamaño canijo en comparación con los grandes barcos a los que debía ayudar a atracar y salir de puerto. Enormes trasatlánticos o cruceros, mercantes o petroleros utilizaron sus servicios. Siempre guiado por el práctico del puerto correspondiente, llevaba a su posición a los navíos, aquellos mastodontes entre los cuales realmente parecía una pulga a la que iban a aplastar con sus enormes cascos o quillas.