No participar en concursos
A Gumersindo Ruibarbo, lo pillaron in fraganti con las manos
en la masa. Una gallina en cada mano, agarrada de las patas con las alas
revoloteando y sin parar de cacarear lastimeramente. Cuando ya se creía a salvo
después de hurtar las gallináceas, al ir a saltar la tapia huyendo, dio de
bruces con el dueño del gallinero que le encañonaba con una escopeta recortada
del calibre doce. No solo le cayeron al suelo las gallinas —las cuales huyeron
como alma que lleva el diablo—, también sus atributos masculinos le subieron al
garganchón poniéndosele de corbata. De sobra conocía la fama del tío Malaquías,
que desayunaba un robagallinas todos los días. Poniéndole la escopeta en la
barriga le conminó a dirigirse hacia un cobertizo pegado al gallinero donde lo
encerró hasta que los civiles acudieron a por él.