Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

viernes, 25 de agosto de 2017

SAN GINÉS



«Al pie del milenario torreón que corona el cerro de san Ginés dominando cientos de kilómetros a la redonda, hay una multitud silenciosa e invisible que observa a los romeros mientras, en torno a la ermita del santo, realizan una procesión tras la celebración de la misa. Dos veces al año suben los nativos del pueblo en romería a demostrar al santo su devoción: el tres de mayo, para la bendición de términos y el veinticinco de agosto, acabada la trilla. Santo Ginesi, ora pro nobis, santa Ágata, ora pro nobis, santa María, ora pro nobis… El sacristán desgrana uno por uno los nombres del santoral en tanto que la feligresía le responde con la letanía correspondiente. Uno de esos espectadores, es un hombre en actitud reflexiva. Observa al gentío. Su atención divaga de una a otra parte sin interés aparente en nada o nadie de los que tras el santo y el sacerdote asisten a la romería. Alguien se le acerca y al ver la dirección de su mirada le dice: