Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

miércoles, 30 de agosto de 2017

IN MEMORIAM


Como en un cuento de hadas, navegando por las procelosas e ignotas aguas del Iberus River, a pesar de la impenetrable niebla que la ocultaban, te escondías jugando a los cuentos que todavía faltaban por escribir y descubrir. Una tormenta invernal de esas que barren el Levante, te ocultó definitivamente a pesar de ser escabel tendido a tus pies. Quizá un día, cuando la Tramontana azote las tierras amenazadas del Delta, esas mismas aguas del río cual mensajeras de sus fuentes, arriben la barca a la recién formada isla de su desembocadura. Pero ese puente, ya lo cruzaremos cuando lleguemos a él.

(LA LIBRETA ROJA)
Liberé mis pies de las aislantes botas dieléctricas y sentí con alivio cómo los pequeños dedos parecían recobrar la movilidad. Sonreí divertida. ¿Hubiera recorrido un príncipe todo el reino para convertir en princesa a su Cenicienta si ella hubiese perdido una de aquellas enormes botas en lugar del delicado zapatito de cristal?... Mi sonrisa se hizo más amplia. ¡Tenía que contarle esta nueva ocurrencia a mi abuela! Desde pequeña, uno de los juegos favoritos que compartíamos era "el reinventacuentos". Mi abuela se sentaba solemnemente en su hamaca y, cuando tenía conseguida toda mi atención, decía con falsa seriedad: Alicia, hoy reinventaremos…uhmm… -sabía perfectamente cómo aumentar mi expectación- …reinventaremos… uhmm… ¡sí! ¡hoy reinventaremos ése!