Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

viernes, 10 de noviembre de 2017

98 AÑOS


Acaba de cumplirlos. Vive sola y recita la poesía de García Lorca, aprendida de chiquilla, de memoria. Es la madre de mi santa, mi señora suegra. Conversadora infatigable, inasequible al desaliento, viviría en un nirvana si se viera en algún programa de esos que hablan de lo divino y lo humano sin ton ni son. Eran cuatro hermanas, y en explicación del yerno de una de ellas, hablaban sin parar las cuatro y a la vez y se entendían. Hoy, quedan dos y la otra tiene un año menos. Solo tiene un defecto: está sorda como una tapia y de un conversación normal no se entera. Pero guisa el conejo de una forma magistral que ninguno hemos sabido imitar y las empanadillas, las hace deliciosas. Y el flan, grande, le sale para lamer el plato.