Sin duda son, posiblemente, los que más muertos han causado. Del mismo modo que yo en mis momentos de siesta e insomnio, cometo actos inconfesables, los hay que en silencio y en la intimidad, pergeñan las mayores atrocidades y de la manera más retorcida. Luego se disculparan, ante sí mismos, echando la culpa al maestro armero de todas las villanías y crímenes cometidos; eso sin contar los que por inducción les debieran ser adjudicados.