Esta Navidad,
ha sido larguísima. La empezamos el año pasado y todavía sigue en otro año
nuevo. Y muy entretenida. Todavía no nos habían dado las vacaciones cuando
dediqué un relato de Navidad a mi amigo el ratón Agapito. Se lo merecía porque
hemos pasado juntos ratos muy agradables, cuando me hacía confidencias en el
bodego de casa. Mi madre me encerraba en él, en castigo por ir al esbarizaculos
en el hielo de la rambla.
Y qué decir de
los problemas en la granja y sobre todo del pavo Gluglú, cuando percibió que
acabaría como su padre el día de Nochebuena. La libertad siempre tiene un
precio, aunque como alguien dijo: «más vale morir de pie, que vivir de
rodillas».
El recuerdo a
mi señor padre, también tuvo su espacio. “Aquellos monstruos, que en las
mañanas de escarcha y hielo llegaban a la falda del Morrón, ocultas en humo y
vapor…” Qué de recuerdos que poco a poco se van ocultando, como las
locomotoras, entre la nebulosa de la desmemoria y el paso de los años…
La Nochebuena,
de tantos y tantos millones de niños, de seres humanos, que son víctimas
inocentes de otros seres -¿humanos?- sin corazón ni moral, que despilfarran
vidas, libertades, bienes y alimentos, como a lo largo de los siglos –esos que
siempre buscan quedarse con vidas y haciendas- han hecho. Algunos, en el cúmulo
del cinismo y la crueldad, alegan autoprotección para masacrar al prójimo.
El Creador con
su Belén. Este algoritmo sigue dándole los problemas de siempre, invadido por
el virus humano. La migración, producida por esos mismos canallas antes
mencionados, impide a los Magos atravesar las fronteras. Y otros, no menos
canallas, que valiéndose de las vallas culminadas por concertinas y esbirros
dispuestos a machacar al desvalido, se ocultan tras ellos para conseguir los
mismos fines. Cuando no, alegan que lo hacen por su bien.
Una fuga de la
realidad, tras la misa del Gallo, recibió su merecido y por medio de un chupón
de hielo y un alud de nieve, me sumergió otra vez en la desmemoria. Me evoca a
Serrat, cuando canta en Mediterráneo: “y escondido tras las cañas, duerme mi
primer amor…”
Y los avatares
en el destartalado portal, cuando en medio de la asamblea reivindicativa
apareció una pareja. Ella a punto de dar a luz y los de la seguridad social de cotillón.
Entre los presentes hubieron de repartirse las tareas para que aquello llegara
a buen fin, y tras más de dos mil años, se conmemorara a lo grande. Ellos,
jodidos de frío y hambre, hay que joderse.
Las peripecias
de los niños cantores en el sorteo de la lotería nacional, también tuvo su
momento de gloria cuando el Gordo se negaba a salir y al final acabó de balón
para los ratones. No dejamos de perseguir quimeras y utopías que se esfuman
como las volutas redondas del humo de un cigarro. También hay un artista que
nos entretiene mirándolas para, con seguridad, nos olvidemos de que nos está
robando la cartera, en el mejor de los casos.
El “alquiler”
del trineo de Papá Noel, relató la fuga de una presunta víctima del bisturí. Escapé de la mesa de operaciones y cabalgando
el trineo del abuelete que se estaba operando de cataratas; me di un lujazo de
viaje por los cielos de Aragón y el Delta del Ebro. Sin duda muchos nos
apuntaríamos a ese tour irreal; pero hay un inconveniente: el vértigo. Si en la
montaña rusa, te agarras a la barra, cierras los ojos y mentalmente invocas
aquello de “Virgencica, que me quede como estoy”, ¿cómo demonios te vas a atrever
a dar dobles saltos mortales, con tirabuzón incluido, en el aire?
Sin hablar, o
poco, del capricho del alcalde con los barquitos en el Ebro. Mentiroso
compulsivo, se empeñó y consiguió hacer un azud en el río –donde casi nos
estozolamos- con el fin de dar más calado a las embarcaciones. Lobo de mar de
secano, su decisión nos costó muchos millones a los contribuyentes, en tanto el
marinero no subió al barco, por miedo a zozobrar en tierra.
Acabamos la
serie con la petición de Daniel, a los Reyes Magos; harto de pedir un hermanito
a las cigüeñas y a Papá Noel. Según parece, el rey Baltasar, está dispuesto a
hacer lo posible por complacerle. ¡Qué tengas suerte Daniel!
Y eso fue
todo.
Caminante, no
hay Camino.
Solo senda y
nada más.
Se coló en
última instancia una carta a los reyes, agradeciéndoles de antemano el carbón
recibido. Bueno, ni eso, así de vengativos son. Pero me quedé a gusto.
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