Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

lunes, 8 de enero de 2018

Y ESO FUE TODO


Esta Navidad, ha sido larguísima. La empezamos el año pasado y todavía sigue en otro año nuevo. Y muy entretenida. Todavía no nos habían dado las vacaciones cuando dediqué un relato de Navidad a mi amigo el ratón Agapito. Se lo merecía porque hemos pasado juntos ratos muy agradables, cuando me hacía confidencias en el bodego de casa. Mi madre me encerraba en él, en castigo por ir al esbarizaculos en el hielo de la rambla.
Y qué decir de los problemas en la granja y sobre todo del pavo Gluglú, cuando percibió que acabaría como su padre el día de Nochebuena. La libertad siempre tiene un precio, aunque como alguien dijo: «más vale morir de pie, que vivir de rodillas».

El recuerdo a mi señor padre, también tuvo su espacio. “Aquellos monstruos, que en las mañanas de escarcha y hielo llegaban a la falda del Morrón, ocultas en humo y vapor…” Qué de recuerdos que poco a poco se van ocultando, como las locomotoras, entre la nebulosa de la desmemoria y el paso de los años…

La Nochebuena, de tantos y tantos millones de niños, de seres humanos, que son víctimas inocentes de otros seres -¿humanos?- sin corazón ni moral, que despilfarran vidas, libertades, bienes y alimentos, como a lo largo de los siglos –esos que siempre buscan quedarse con vidas y haciendas- han hecho. Algunos, en el cúmulo del cinismo y la crueldad, alegan autoprotección para masacrar al prójimo.

El Creador con su Belén. Este algoritmo sigue dándole los problemas de siempre, invadido por el virus humano. La migración, producida por esos mismos canallas antes mencionados, impide a los Magos atravesar las fronteras. Y otros, no menos canallas, que valiéndose de las vallas culminadas por concertinas y esbirros dispuestos a machacar al desvalido, se ocultan tras ellos para conseguir los mismos fines. Cuando no, alegan que lo hacen por su bien.

Una fuga de la realidad, tras la misa del Gallo, recibió su merecido y por medio de un chupón de hielo y un alud de nieve, me sumergió otra vez en la desmemoria. Me evoca a Serrat, cuando canta en Mediterráneo: “y escondido tras las cañas, duerme mi primer amor…”

Y los avatares en el destartalado portal, cuando en medio de la asamblea reivindicativa apareció una pareja. Ella a punto de dar a luz y los de la seguridad social de cotillón. Entre los presentes hubieron de repartirse las tareas para que aquello llegara a buen fin, y tras más de dos mil años, se conmemorara a lo grande. Ellos, jodidos de frío y hambre, hay que joderse.

Las peripecias de los niños cantores en el sorteo de la lotería nacional, también tuvo su momento de gloria cuando el Gordo se negaba a salir y al final acabó de balón para los ratones. No dejamos de perseguir quimeras y utopías que se esfuman como las volutas redondas del humo de un cigarro. También hay un artista que nos entretiene mirándolas para, con seguridad, nos olvidemos de que nos está robando la cartera, en el mejor de los casos.

El “alquiler” del trineo de Papá Noel, relató la fuga de una presunta víctima del bisturí.  Escapé de la mesa de operaciones y cabalgando el trineo del abuelete que se estaba operando de cataratas; me di un lujazo de viaje por los cielos de Aragón y el Delta del Ebro. Sin duda muchos nos apuntaríamos a ese tour irreal; pero hay un inconveniente: el vértigo. Si en la montaña rusa, te agarras a la barra, cierras los ojos y mentalmente invocas aquello de “Virgencica, que me quede como estoy”, ¿cómo demonios te vas a atrever a dar dobles saltos mortales, con tirabuzón incluido, en el aire?

Sin hablar, o poco, del capricho del alcalde con los barquitos en el Ebro. Mentiroso compulsivo, se empeñó y consiguió hacer un azud en el río –donde casi nos estozolamos- con el fin de dar más calado a las embarcaciones. Lobo de mar de secano, su decisión nos costó muchos millones a los contribuyentes, en tanto el marinero no subió al barco, por miedo a zozobrar en tierra.

Acabamos la serie con la petición de Daniel, a los Reyes Magos; harto de pedir un hermanito a las cigüeñas y a Papá Noel. Según parece, el rey Baltasar, está dispuesto a hacer lo posible por complacerle. ¡Qué tengas suerte Daniel!

Y eso fue todo.

Caminante, no hay Camino.

Solo senda y nada más.

Se coló en última instancia una carta a los reyes, agradeciéndoles de antemano el carbón recibido. Bueno, ni eso, así de vengativos son. Pero me quedé a gusto.


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