En eldiario.es, su director Ignacio Escolar, escribe un artículo titulado "Soy machista". Uno más, de los ciento y pico comentarios suscitados por la temática del mismo, es el que me ha impulsado a escribir y que ha continuación copio. El tema del machismo, en mi opinión, subjetiva por supuesto, se está desmadrando. En el citado periódico escriben, quienes en su casa las conocerán, artículos destinados continuamente a criminalizar a todos los hombres por hechos que algunos cometen, lo cual es injusto. El que la haga que la pague; y si la pena de muerte en los EE.UU. no ha disminuido los crímenes y asesinatos, aquí se está demostrando que por más publicidad y autobombo que se le de a la llamada violencia de género, no han disminuido las muertes de mujeres y también hombres, aunque se guarden muy mucho esas voceras, o bocazas, de publicitar la muerte de estos últimos.
Hay discriminación por supuesto y mucha, pero de ella son también defensoras aguerridas muchas mujeres que han alcanzado la posibilidad de influir en que desaparezca. La presidenta del Santander no creo se preocupe mucho del tema, le importa un huevo incluidos los hombres; Sol Daurella, de coca cola, lo ha demostrado con los despidos de trabajadores de Fuenlabrada; las ministras del gobierno, de ambos partidos, ppsoe la misma mierda es; la Villalobos, para echar de comer aparte, y como la lista sería interminable, no quiero dejar en el tintero a la Rudi, ex todo lo que se menea. ¡Ah! y a la locutora de TVE en tiempos del inefable Urdaci.
«No entiendo como a la
generación de mis padres y abuelos, e incluso la mía, la denominas "de la
caspa". Ciertamente ellos no tuvieron oportunidad de saber que eran
casposos y machistas. Tenían que ir durante todo el año a la mina o al
ferrocarril tras ANDAR previamente ocho a diez kms, con nieve, ventisca,
tronara o cayeran chuzos de punta, con temperaturas de diez y veinte grados
bajo cero, de día y de noche. Y cuando volvían del tren, tenían que coger sus mulos
e ir al campo a labrar o hacer todas las tareas inherentes a esa labor.
En mi caso, tuve la suerte
de librarme de la mina o el tren pero no del resto. Desde que tuve conocimiento
de ello, -uso de razón es posible no lo haya tenido nunca-, hube de asumir esas
labores del campo. Criado de mi padre y de mi tío. Pastor, cuando una manta que
llevaba pesaba más que yo y las ovejas me hacían la burla; o labrador con doce
años o menos hasta que un desgraciado accidente a los dieciséis años canceló
bruscamente esa trayectoria. Y no era el único. Mis compañeros de clase,
algunos, tuvieron más faltas que presencias.
En fin, creo que solo se
expone y airea lo que está a flor de piel, lo que subyace queda oculto y
desconocido. Ha existido y existe mucha más vida que la de quienes sintiéndose
marginadas, y con razón, no han tenido ni tendrán nunca voz y el voto, será
pervertido por quienes diciendo actuar en su nombre lo usarán para mancillarlo
y medrar con él en detrimento de quienes dicen representar. Y aquí también las
incluyo a ellas, abnegadas madres y esposas, sostén de la casa y labor no menos
importante.
Tampoco echábamos en falta la libertad, incluida la universidad, porque desconocíamos la existencia de ambas. Así que algo habéis ganado. Luchar, pero acordaros de quienes se han quedado en el camino y de quienes os hemos ayudado a llegar hasta aquí»
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