En
mi pueblo, nunca había habido ladrones (digo dragones ¿en qué estaría
pensando?). Eso sí, ogros, varios y alguno, causante de gran temor entre el
vecindario y sobre todo entre la chiquillería. Uno en concreto, tenía fama de
comerse a la gente cruda para desayunar, así que no era extraño ver huir a los
rapaces en cuanto barruntaban su presencia, a distancia prudente, por si acaso.
De este modo, había logrado que sus propiedades, las frutas y lechugas en el
caso de los críos, fueran intocables; ya se guardarían de acercarse a su huerto
como de mearse en la cama. Los pastores, se alejaban de sus sembrados no fuera
a estar por allí escondido escopeta en mano.
Pero
había uno, otro ogro, este sin tanta maldad, viviendo en el abandonado y
arruinado castillo. Con una actitud todo lo contrario al anterior: Adoraba a
los críos y estos disfrutaban cuando iban a verlo. Les enseñaba donde hacían
los nidos las tordejas, los pajareles, la calinroya en el hueco de la cocina,
las grajas y los alcotanes en las paredes del castillo… Siempre les decía que
había que respetar los nidos, que los pájaros alegraban con su presencia y sus
trinos la vista y el campo. Según la época, les ayudaba a coger endrinas y
gayuba.
Un
día al atardecer, recibió una enorme sorpresa: un dragón, este de verdad, se
posó en la plaza del castillo. Fatigado, con la lengua fuera, se situó en el
suelo dando la impresión que la había palmado. Con precaución Rufo, que así se
llamaba el ogro, se acercó a él. El dragón abrió un ojo y le dijo:
—Hola,
perdona que haya irrumpido de esta forma tan extemporánea.
A
Rufo, abreviativo de Rufino, le pinchan y no sale una gota de sangre. ¡Un
dragón que vuela y habla!
—¿Pero
de ande has salido? ¿Y cómo es que hablas?
—Vengo
de los Pirineos y he salido huyendo porque hay un idiota llamado Jorge que no
para de acosarme. Y hablar, pues nunca me lo he planteado, hablo y punto. Como
mis padres y hermanos.
A
partir de ese día, ambos convivieron juntos y en buena armonía. Los críos, en
principio no se atrevían a subir al castillo pero Rufo, les convenció de la
bondad del dragón, al que llamaron Draco, para que jugaran también con él. Todo
discurría con normalidad y camaradería hasta que decidieron los gobernantes de
Aragón que había que restaurar el castillo para dar trabajo a los mineros en paro y
fomentar el turismo.
Rufo
y Draco debieron buscarse un nuevo hospedaje aunque no se alejaron mucho: Una
roca situada a doscientos metros del castillo, en el entorno de Los Casares,
tenía una gruta natural, la cueva Maleno. La acondicionaron y continuaron su
plácido día a día.
A
día de hoy, se han asociado con el empresario que explota las visitas al
castillo y celebran los fines de semana vuelos sobre la fortaleza y
alrededores, transportados por Drago, y exhibiciones de fuego del mismo. Por
sus fauces, y por un módico precio, lanza chorros de fuego que acojonan o
entusiasman al personal. (Revelaré un secreto que espero me guarden: Han
ocultado un lanzallamas dentro de la cueva y hacen como que el fuego sale de su
garganta, pero la gente o no se da cuenta o no le importa).
Y
así es como en perfecta simbiosis siguen viviendo el dragón y el ogro. (Una vez
fue Jorgito, y entre todos, lo echaron a pedradas).
Así
sucedió y así se lo he contado.
5 comentarios:
Saludos, Amilcar:
Muy entretenido tu cuento, y muy enternecedor. Ver dos especies que por leyenda creemos que son dañinos y malvados, viviendo en armonía con la gente.
Me he perdido con el nombre de las aves, y los frutos (o lo que sea), ya que quizá por estos lados los conocemos con otros nombres, o definitivo son endémicas de tu zona. Siempre se aprende.
En cuanto a lo formal, se lo dejaré de trabajo a otro. Me han tomado ya las dos de la madrugada y es hora de ir a la cama. Con un lindo cuento que me hará soñar bonito, y que ha sido como un regalo a mis recuerdos de niñez, porque hoy 18, amigo, es mi cumpleaños. Así que ¡¡¡gracias!!!
La recopilación se ha publicado y el enlace lo encuentras en los comentarios (#41) de la escena de mayo, en Literautas.
¡Nos leemos!
Buenas, Amilcar.
Me ha gustado tu relato, y la referencia a San Jorge.
Aunque de alguna manera me he quedado con una extraña sensación, como que se me ha quedado a poco. No sé, ogros que hablan, buenos, malos y que conviven con los aldeanos. Quizá se podría haber sacado más jugo de esa idea.
Me ha parecido muy bueno como mezclas las ideas fantásticas, ogros y dragones, con otros temas más actuales, como escopetas y asociaciones de empresarios. Te da que pensar.
Por cierto, el enlace a las vistas del castillo no lleva a ninguna parte, o al menos a mí me da un error.
Un saludo.
IreneR
K.Marce, aunque con retraso felicidades. Que tengas dulces sueños. Lo formal, como tú lo llamas, es como predicar en desierto. No encuentra el terreno abonado.
Alemania, grossen putaden que no se vea el castillo, Si puedo, lo soluciono. Si eres capaz de sacarle más jugo, te cedo los derechos.
Hay que potenciar la fantasía pues la realidad ya nos da suficientes disgustos.
Un saludo a ambas y gracias por vuestro comentario.
IreneR, tienes razón. No enlaza porque han puesto unas trabas que antes no las había. salu2
Descubierto el truco. Ahora hay que pasar por taquilla para verlo
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