Eso debió pensar la gusana después de las elecciones ¡He ganado! ¡He ganado! Repetía histérica como histórica fue su derrota. Pasará a los anales de la historia como tras tres convocatorias electorales, dilapidó el respaldo que le legaron Achilipú Chaves y el pitufo Gruñón. Meteduras de pata continuadas la han condenado a su estado natural. El ostracismo.
Aupada por sus palmeros, en cabeza aquélla que dijo ser la reina del partido en la noche de los cuchillos largos, creyó que todo el monte era orégano y el resto gilipollas. Abandonó a IU cuando le interesó y luego se alió con el primo de ribera; estos la abandonaron cuando vieron que había oportunidad de despegar el sillón de su culo. Qué más da que sea una alianza de perdedores como tanto critican cuando son ellos los desalojados.
En Andalucía hace falta una revolución de mentes y sociedad. Los cortijos -todos- que provienen de los tiempos del duque de Alba, deben ser disueltos y entregados a quienes los trabajan, no a quienes viven de ellos o de las subvenciones. Y menos rebujitos, finitos y palmas y olé.
Pero existe un hecho constatable en la historia: las revoluciones han aupado a verdaderos tiranos, genocidas y asesinos. Y las revoluciones lo mismo que las urnas, están generadas por verdaderos gilipollas que aúpan al poder a los déspotas que los humillan y explotan. Andalucía, Brasil y USA, son buenos ejemplos. Sin olvidar a ¡España!
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