En
aquella biblioteca semiabandonada coexistían incunables antiguos con volúmenes
de un pasado reciente. La desaparición del entusiasta coleccionista a la vez
que infatigable lector, condenó al ostracismo y al polvo las estanterías repletas
de libros. No era abandono, sino falta de interés el mal que padecían los
libros.