Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

sábado, 10 de febrero de 2018

MARIBEL

 Una camarera de bar a la que no se le conocen antecedentes, es una desconocida a la vez que muy eficiente en su trabajo. Sin saberlo, dos policías que desayunan todos los días en el bar, acaban hallando el hilo de la historia debido a las continuas llamadas a la policía que una familia hace. O bien se pelea el matrimonio, o los gemelos se pierden, o el gato está enriscado; normalmente, cuando ellos acuden, los problemas ya han desaparecido; pero acaban siendo viejos conocidos. Este sería el desarrollo y epílogo a esa historia con esa longitud de caracteres, obligatorios, espacios incluidos.
Lo que sigue, es la sorpresa que el agente Román recibe cuando, habiendo acudido solo a una llamada, descubre que esa familia y ese domicilio, es el de la camarera.

Sin expresar el más mínimo gesto que denotara la sorpresa de este hallazgo, le cedió el paso saludándola, deseándole buenas noches, y saliendo a continuación de la casa.
A partir de este encuentro fortuito y sin dar a conocer su interés, cuando por las mañanas tomaba su desayuno en el bar café La Marina junto a su compañero Sánchez, discretamente, la observaba con la mirada. Sí, poseía un halo de belleza y misterio, como la Mona Lisa.