Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para callarse.

sábado, 18 de agosto de 2018

PERDIDO EN EL LABERINTO

Perdido en el laberinto de mi anodina existencia, sin un horizonte despejado y nítido, –inalcanzable, cual línea divisoria entre el mar y el cielo en una noche de luna nueva que rebele si me encuentro entre la ficción y la realidad-, hurgo en el buzón de mis vivencias en busca de reveladores episodios que muestren el camino a tutelar mis dedos, con coherencia, transmitiendo pensamientos sobre el teclado. Vano intento, el pasaporte al país de las fantasías oníricas, caducó hace un siglo y la visa, murió con él.